sábado 23 noviembre 2024
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Domingo XV del Tiempo Ordinario, 13 de julio de 2014

Jesús quiere sembrar su Palabra: la Verdad, la Esperanza, la Caridad…

Una vez más, nos encontramos a Jesús, descifrando las parábolas del Reino en las orillas del lago. Cristo, no es considerado como un profeta o maestro, sino como el Hijo de Dios, por eso su forma de hablar es tajante y clara. Hoy nos quiere hablar de la Palabra, del Mensaje que brota de Dios y es sembrado por el Hijo en nuestro mundo.

Todos conocemos la parábola del sembrador. Un sembrador que toma toda clase de tierra para sembrar. No elige a una y rechaza a otra, sino que desea que toda la tierra donde él pise de fruto. Hoy, esa tierra somos nosotros. Jesús quiere sembrar en nuestra vida la semilla de Reino, una semilla pequeña y diminuta que a lo largo del tiempo se pudre dando un fruto maravilloso haciendo grande la tierra que la ha acogido.

Pero muchas veces nuestra tierra no está dispuesta a recibir la semilla, quizá porque nuestros intereses no son los intereses de Dios, y esquivamos su encuentro para salirnos con la nuestra. Pero el que se deja encontrar y sembrar por Jesús descubre el verdadero sentir de la vida y el gozo pleno de sentirse realizado como persona y cristiano.

Jesús quiere sembrar su Palabra, es decir: la verdad, la esperanza, la caridad, la alegría, la confianza, el amor, en una palabra: la Felicidad. Pero para que se produzca la siembra, tenemos que dar muerte a todo aquello que nos separa de Cristo y nos hace achicarnos como personas. Morir es terminar, aniquilar, quitar de nuestra vida todo lo que me impide seguir a Cristo como: el miedo, la envidia, el egoísmo, la soberbia,  la crítica asesina, los prejuicios, la incapacidad de perdonar, el rencor, la falta de fe, el pecado y la opción de muchos de eliminar a Dios de sus vidas. 
Es un proceso doloroso; dejar de criticar nos cuesta, perdonar nos resulta difícil, confiar en aquellas personas que nos ha defraudado parece imposible, para nosotros será imposible, pero no para Dios. Creemos en un Dios todopoderoso, que es amor y que todo lo puede y más si cuenta con la ayuda del ser humano. Si nos dejamos ayudar seremos ayudados. Si nos dejamos modelar por Dios nuestra tierra dará fruto. Ayudar y dejarse ayudar no es fácil, es doloroso abrir las heridas, pero para sanar hay que abrir, llorar y cerrar nuestras heridas. 

Que nuestras heridas no vivan infectadas, dándonos la murga en cada momento y sufriendo inútilmente por las pequeñas cosas del día a día. Si tenemos que sufrir se sufre, pero por aquello que merece la pena, por amor. Pero no por tonterías que nos impiden disfrutar la vida siendo felices haciendo felices a los demás.

Para Jesús, el tiempo de siembra no se reduce a una fecha concreta, al contrario, cuando menos nos lo esperamos Dios está sembrando, cada día, cada hora, cada segundo, Dios nos está mirando y está deseando entrar en nuestra vida. Sólo necesita un “sí” como el de María para derramar su Espíritu y cambiar nuestra historia.

Cada domingo Jesús sale a sembrar por medio del Evangelio y la Eucaristía, pero ¿somos conscientes que la Palabra va dirigida a nosotros? o solemos decir inconscientemente “predícame padre que por éste oído me entra y por éste me sale”. No nos podemos convertir en cristianos tibios o indiferentes, Jesús quiere contar con nosotros, y sólo sabremos que hemos contado con Jesús si se producen frutos en nuestra vida. 
No dejemos que la cizaña ahogue la  fuerza del amor, ni que los pájaros picoteen lo que Dios ha sembrado en nuestro corazón. Descubramos lo que Dios Trinidad nos tiene preparado y dejémonos sembrar para que muy pronto podamos dar el treinta por uno. 
Feliz día del Señor y que la Santísima Trinidad os bendiga.
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