Poco se puede añadir a todo lo que se ha dicho, visto y escrito sobre la desaparición de uno de los pilares del Toreo, José Mari Manzanares. Sí podemos presumir de haber visto en nuestro coso una de las mejores faenas de su vida, según reconoció él mismo, que le valió, en su primera edición, el Estoque de Plata Premio Antonio Ordóñez, creado por la Diputación de Málaga.
Reproducimos la crónica publicada por nuestro periódico en aquella fecha.
“22 de agosto de 1996. Toros de Mari Carmen Camacho, para José Mari Manzanares, ovación y dos orejas, con salida a hombros. Jesulín de Ubrique, ovación y silencio. Rivera Ordóñez, una oreja y ovación. José Mari Manzanares se despedía del toreo en Málaga, precisamente en la Plaza de Toros de Antequera. Y quiso hacerlo a lo grande, como es su toreo. El cuarto toro de la tarde, segundo de José María, que vestía de nazareno y oro, se llamaba “Fontanero” y brindó a su lidiador un triunfo histórico que el torero no dudaba en calificar “como uno de los más grandes de mi vida”. Y ya hubo tardes grandes en la vida de José Mari, ya… Coincidían compañeros de la crítica taurina de Valencia, Madrid y Sevilla, en que fue una “faena histórica”. Lo mismo que el público que la siguió puesto en pie, en una conjunción final que puede servir de ejemplo del ideal de la Fiesta: en la arena, un toro bravo y un torero artista; en los tendidos una muchedumbre delirante ante lo que veía; arriba, el incomparable cielo azul antequerano; a un lado, la sin igual Banda de Música de Antequera y todos disfrutando con un torero que no citaba al toro y luego le marcaba la salida, sino que se quedaba con él, junto al toro queremos decir, formando una conjunción perfecta en su concepción, en su inicio, en su desarrollo, en su lentitud, en su hondura, en su sentimiento: ¡toreo del grande! Majestuosos los derechazos –¡ay esa derecha de Manzanares!– perfectos los naturales, preciosos los alardes, adornos y desplantes, y sus pases con las dos manos sujetando, con levedad, la muleta… En fin; una faena que incluyó un espectacular “quite” con la pierna “palante”, o los quites por chicuelinas con las manos bajas… y una estocada de antología. Dos orejas “de las nuevas orejas de Antequera”, es decir de las que cuesta “arrancarle” a José Luis Viera, fueron el premio a la faena, mientras se pedía el rabo y el torero daba dos impresionantemente triunfales vueltas al ruedo, saludando desde el centro, mientras hacía el gesto de besar el albero del coso antequerano… Luis Ortega, el crítico jerezano que tiene tan buen gusto como para venirse a Antequera dejando a un lado la Feria de Málaga, se sumaba al delirio popular pidiendo al alcalde un azulejo a la entrada de la plaza perpetuando lo que acabábamos de ver…”.
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