domingo 24 noviembre 2024
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¡No al alcohol ni a las drogas!

David es un chico de 16 años. Es alto, rubio, de ojos azules, deportista, simpático, buen estudiante…

Desde que era adolescente sale con los mismos amigos. Las primeras salidas consistían en dar una vuelta, ir a la heladería y de vez en cuando ir a la pizzería a cenar.

Con el paso de los años, ha dejado de ir a esos sitios y a empezado a frecuentar el lugar donde los jóvenes hacen botellón.

Las primeras veces que David fue con sus amigos a ese sitio, llevaban una bolsa con algunas botellas de refresco. Poco a poco y a medida que los chicos iban creciendo, empezó a haber más botellas en su bolsa. A sus refrescos se le añadían bebidas alcohólicas.

Pronto se acostumbraron a ellas y ya no podían salir un fin de semana sin alcohol. Cuando en televisión oían hablar del alcoholismo, no prestaban mucha atención pues consideraban que ese problema no les afectaba a ellos. Cada fin de semana, la historia se repetía: quedaban por la tarde para recoger el dinero de todos, ir al supermercado y comprar las botellas de refresco y las de alcohol. Luego cada uno se iba a su casa, se arreglaban y volvían a reunirse para ir al botellón, así mes tras mes, año tras año.

Un día, David se dirigía a casa, tras jugar un partido de baloncesto. Cuando iba a coger el ascensor, se encontró a María y Carmen dos vecinas que le preguntaron si había visto a su padre.

Estaban muy preocupadas pues hacía varias horas que debía haber llegado del trabajo, pero todavía no lo había hecho.

David les explicó que no les había visto  y se ofreció para ir a buscarlo con ellas. Al principio lo buscaron por las calles, pero no había forma de encontrarlo; y después, Carmen pensó que podría ir a un bar donde algunas veces iba su padre al terminar su trabajo.

Cuando llegaron allí la cara de las dos chicas empalideció. Allí sentado en una silla y con la mirada perdida estaba su padre. Sobre la mesa estaba una botella de vino que según dijo el dueño del bar, se la había bebido él en muy poco tiempo.

Con mucho esfuerzo, las dos chicas y David levantaron al hombre y lo llevaron por la calle hasta su casa.

Carmen y María agradecieron a David la ayuda que le había prestado. Pero en realidad, el agradecido fue David ya que aquel día reconoció que tenía un problema y que si no empezaba a dejar el botellón de los fines de semana acabaría como aquel vecino suyo al que tuvo que ayudar.

A partir de ese día, David habló con su pandilla, les explicó lo que había pasado y decidieron dejar de ir a aquel lugar y empezaron a hacer cosas nuevas: reunirse para ver una película, ir de acampada, ir al cine… 

por MARTA RAYA GÓMEZ, del Colegio María Inmaculada de Antequera, segundo premio del XVI Concurso de Redacción de CALA 

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