Cuando te conocí enseguida me di cuenta de que eras una persona especial. Dios me da fuerzas, me dijiste un día. Confiabas totalmente en Él y cada mañana ibas a saludarlo y a rogarle que te ofreciera un buen día. A ti, a los tuyos y al resto. Porque querías a todo el mundo, Pili. Quizás tu corazón se ha roto porque demasiada gente nos colamos en él. Tenías espacio para todos y aún dejabas hueco para muchos más. Como si no tuvieras bastante con los tuyos. Nueve hijos y ninguno me sobra, solías decir con esa sonrisa característica tuya. Y tu Pepe, el hombre de tu vida, que ocupaba gran parte de ese corazón inmenso. Es que me gusta estar con él, decías siempre. Sólo había que veros juntos para entender lo que sentíais el uno por el otro, cómplices de tantos años de felicidad compartida. Los problemas a solventarlos, siempre hay motivos para sonreír, comentabas. Porque mira que te gustaba reír y repartir alegría. Que pregunten a los pequeños del colegio María Inmaculada, ésos a los que todos los días te dirigías con cariño mientras les ofrecías unos caramelos. Se les iluminaba la cara al pasar por recepción y saludarte, igual que a los mayores, a las monjas, profesores, catequistas, padres, madres y todos esos antequeranos que tuvimos la suerte de conocerte. También nosotros te hemos querido mucho, Pili. Ha sido una satisfacción tenerte en nuestras vidas y te echaremos mucho de menos. Ahora disfrutarán de ti en el Cielo, donde San Pedro te habrá puesto una alfombra roja para que entres, mientras Lucía, esa niña que los ángeles se llevaron hace tiempo, te ha estado esperando para darte el abrazo que tanto deseabas.
MERCEDES SUÁREZ SALDAÑA
