Mensaje de las lecturas
· Primera lectura, Is. 61,1.2a 10.11: la buena noticia: “El Espíritu está sobre mi…”.
· Salmo: Lc 1,46-48: “Me alegro en el Señor…”
· Segunda lectura, 1 Tes. 5,16.24: “…examinadlo todo…” y “quedaos con lo bueno…”
· Evangelio, Jn 1, 6-8.19-28: …”en medio… hay uno a quien no conocéis…”
¿En qué consiste la alegría?
¿Por qué puede una persona sentirse alegre? ¿Porque le ha caído la lotería? ¿Porque se ha curado de una grave enfermedad? ¿Porque sus negocios producen altos beneficios? ¿Porque ha ganado su equipo? ¿En qué consiste la alegría? ¡Es una buena pregunta que todos, de vez en cuando nos debemos plantear. Pero para darnos una respuesta. Una respuesta que satisfaga plenamente y para siempre!
Las lecturas de hoy nos orientan en tal sentido. Primero San Pablo a los Tesalonicenses –también a nosotros– nos pide que tengamos el coraje y la molestia de no despreciar el Espíritu… y de examinarlo todo. O sea, que reflexionemos en serio y nos examinemos a la luz de la Palabra de Dios. Y una vez hecho eso, tendremos la capacidad de mentalizarnos de que la verdadera, la auténtica alegría no la da la lotería, las cuentas bancarias o el equipo de turno. Nos pide que nos alegremos porque nos presenta una gran noticia.
Isaías se mete en la piel de ungido, que es lo mismo que decir, del mesías, o en la piel de Jesús de Nazareth, para afirmar rotunda y llanamente, de forma lapidaria, que el Espíritu del Señor le ha ungido para llevar la gran y buena noticia del acontecimiento Jesús de Nazareth.
Él es el enviado del Padre para llevar la gran y la buena noticia, pues anuncia a los que sufren, a los desgarrados, a los cautivos y prisioneros que su dramática realidad ha terminado, ha llegado a su fin. ¡Así, sin más, tan simple y tan importante a la vez! Y con ello nos traza a sus seguidores el camino a seguir en nuestra vida, y nos enseña que la auténtica felicidad consiste en vivir este mensaje.
Esto es verdad, es así; pero no es fácil aceptarlo, asimilarlo, convencerse, vivirlo; porque estamos condicionados y maniatados por la mentalidad de lo fácil y lo cómodo, y del resultado inmediato. Cuesta mucho, muchísimo, aceptar un modo y un estilo de vida que, sabemos, conduce a la auténtica alegría y felicidad, pero que evitamos muchas veces porque es trabajoso, duro, arduo, incómodo y muy sacrificado. Es la felicidad y la alegría que se derivan del compartir, de perdonar, del sacrificarse ayudando al pobre, al enfermo, al necesitado, al que sufre.
Completando a la primera y segunda lectura, el Evangeliode hoy, en la figura de Juan el Bautista, nos describe este proceso vital del cristiano como el esfuerzo de buscar a Jesús para conocerle mejor y en profundidad, para imitarle en coherencia con su mensaje y su vida.
Ahí se encuentra la auténtica felicidad que se derrama en genuina y acreditada alegría. Una alegría que sólo es posible por la fuerza del Espíritu presente en Jesús y en cada uno de nosotros por el bautismo. ¡Alegrémonos y vivamos el tiempo de la espera al estilo, no mundano, sino evangélico! Más información, edición impresa sábado 13 de diciembre (pinche aquí y conozca dónde puede adquirir el ejemplar) o suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción).