El triunfo en Grecia de ese partido, versión helénica de ése otro que ha irrumpido en España con aire de salvador, ha animado a éstos a sacar pecho, organizando una gran manifestación y todo, a la que acudió gente de toda España rememorando épocas pasadas.
Los analistas basan el triunfo griego en auténticas utopías, como salirse del “euro”, dejar de pagar la deuda de las ayudas prestadas por la CEE, lo que permitiría subir los sueldos, bajar los impuestos, subiéndolos “a los ricos”, impulsar la Sanidad, la Educación y sobre todo eliminando el Paro. Como es natural, promesas tan sugestivas que animaron a los griegos a votarles en mayoría, como se ha visto. Pero enseguida, despiertan del sueño, y comprueban que no pueden salir del euro, porque deben cantidades hasta el año 2050 o más; que si se acaban las ayudas que reciben de Europa, desde el mismo momento en que dejaran de pagar lo que deben, no tendrían dinero para remediar Sanidad, Educación, ni Paro, con lo cual lo que está empezando a ocurrir es que fueron promesas hechas con más voluntad que posibilidades, así que ahora vamos a ver qué pasa.
La cosa viene a cuento, porque por aquí se han prometido cosas parecidas, que a algunos les suenan tan bien como no tener que depender de Europa. La crisis económica que se encontraron los últimos gobiernos obligó a acudir a pedir préstamos que no se nos dieron por lo buenos que son Pirineos arriba, sino porque así había dinero para comprarles cosas, de las que España es uno de sus mejores clientes, que ya se encargaron ellos –parecido a lo que hicieron en Cataluña hace años— a fomentar que tecnológicamente se dependiera de ellos para cosas que ellos mismos se encargaron de hacer imprescindibles: televisores, equipos informáticos, lavadoras y electrodomésticos, coches, etcétera.
El brutal lío que montaron los bancos con “las preferentes”, las “tarjetas black”, los sueldos de latrocinio, los abusos, pusieron en peligro la banca española, y el Gobierno, consciente de los que supondría la desaparición del sistema financiero, destina una parte enorme de las ayudas a “rescatar” a esos malos bancos y cajas, en lugar de fomentar los empleos –¡menos anuncios diciendo que ofrecen créditos y más facilidades e intereses “normales” y menos condiciones tan severas!— y aliviar la situación… No pudo hacer otra cosa el Gobierno, salvo una: que los responsables de los desmanes que hundieron entidades tan prestigiosas durante tantos años, por la connivencia, querida o fortuita, del Banco de España que era quien tenía que haber evitado los desastres, lo paguen devolviéndole dinero y entrando en prisión de momento.
Nos imaginamos que quienes esperaban un aire fresco, estarán comprobando que no es tan fácil, y más si no aclaran las denuncias vías corrupciones o cosas parecidas, el dinero dudoso de ayuda que reciben de países cuando menos sospechosos.