Hace ahora cuatro años, se formó cierto revuelo por aquella intervención en los dólmenes de Menga y Viera, que pretendía aliviar un poco la presión de hormigón y granito, que llegaba, sin solución de continuidad, desde el parquin hasta nuestro “algarrobico”. La cosa trascendió a la Prensa nacional.
También entonces era víspera de elecciones; pero, cuando la retro retiró aquello, tanto alcalde (Sr. Millán) como oposición (Sr. Barón), se levantaron unánimes, para pararlo. Y dice uno ¿Qué pintaban los políticos allí? ¿No es lo suyo crear las condiciones para que, lo que es necesario, se haga posible? ¿Por qué no se dejaron persuadir de los que llevaban casi treinta años rasgándose las vestiduras por haber metido semejante pata? Pero, no; lo que pudo haber sido un tanteo de la Junta para sondear el nivel de resistencia a una salida digna, les hundió más en semejante embrollo.
Este año toca inspección de la Unesco ¿Y qué nos van a decir que no hayamos oído decenas de veces desde que su Secretario General, nada menos, pasaba aquí los veranos en los primeros ochenta? ¿Y qué les vamos a decir que ellos no vean desde el primer segundo? ¿Que al “algarrobico” tuneado acabaremos tomándole cariño? ¿Que, a diez metros de los túmulos, lo que antes era Ford, es ahora Skoda?
Permite que te corrija, querido profesor Dimas Socas: lo vuestro no es sólo “generar conocimiento y transferirlo a la sociedad”. Porque, tratándose de algo de valor universal excepcional, no va a bastar el conocimiento; queremos el monumento. Y lo queremos libre, desembarazado, como dos senos (Menga-Viera) a la vista de los que lleven a enterrar a sus muertos. Puerta Granada, Los Remedios y, girando la rotondita a la izquierda, el cementerio cristiano en suave continuidad con el suelo sagrado de nuestros padres. ¡Seis mil años de continuidad espiritual en el mismo espacio!
Continuará.