Estamos en plena Cuaresma. Es tiempo de prepararse para celebrar la Pasión, Muerte y, sobre todo, la Resurrección de Cristo. Es tiempo de actividad intensa en el seno de cofradías y hermandades. Y también es tiempo de “parar” y pensar qué opción de vida debemos plantearnos los que vivimos en el mundo de las cofradías y de las hermandades.
Recientemente, hace escasamente un mes, tuve el gran honor –y sobre todo la gran responsabilidad? de ser elegido como el primer Hermano Mayor electo de la recién erigida Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Antequera. Este hecho, ligado a mis 27 años, hace que me plantee varias cuestiones desde la visión de un joven que ha ido creciendo en el seno de las parroquias y de la vida cristiana de varios centros escolares y movimientos religiosos de nuestra ciudad.
Vivimos en unos tiempos en los que el mundo cofrade tiene especial importancia, y no sólo por lo hermosos que puedan procesionar los titulares de cada cofradía en el día de su salida, sino porque –por suerte o por desgracia? muchas son las personas que tienen a las cofradías y hermandades como el único hilo de unión con nuestra gran familia de la Iglesia.
Por tanto, los hermanos mayores y sus Juntas de Gobierno, debemos plantearnos nuestra opción de vida (temporal, escogida y también elegida por los que representamos) como una actitud de servicio hacia la Iglesia, ya que tenemos la gran responsabilidad de pensar cómo podemos colaborar en la construcción del Reino de Dios posibilitando la incorporación o reincorporación de “ovejas perdidas” en las labores pastorales de nuestras parroquias.
Porque nunca debemos olvidar que todas las cofradías sin distinción alguna pertenecemos y nos debemos también a nuestra comunidad parroquial, porque formamos parte de ellas, compartamos o no el mismo templo. Es por ello que las Juntas de Gobierno debemos ser “pastores” que colaboren en esta tarea de la nueva evangelización. He aquí la cuestión principal de la reflexión de hoy: saber servir y no servirse.
Los que llevamos libre y voluntariamente la carga y la responsabilidad de la gestión y orientación de nuestras hermandades y cofradías, nunca debemos olvidar que nos debemos a nuestros hermanos, que no hay hermanos mayores ni juntas de gobierno sin hermanos al igual que no hay pastores sin ovejas.
Por eso, debemos tener siempre los pies en la tierra y la cabeza sobre los hombros, saber hacernos cercanos y no caer en el error de sentirnos superiores, porque los hermanos mayores –o aquellos que opten a serlo? debemos tener siempre claro que nuestra función es la del servicio a los demás, y no la de intentar pensar que, llegando a ser directivo de una cofradía, nuestra posición social pueda verse beneficiada de cara al público. Hágase constar que ésta es sólo la simple visión de un joven e inexperto Hermano Mayor. Por ello, ¡ayúdenme, por favor, a ser un buen pastor!
Emilio Córdoba Arjona