Como todos los primeros viernes de marzo, todas las iglesias trinitarias abrieron sus puertas desde el amanecer hasta bien entrada la noche para poder venerar y sellar nuestro amor con un beso en los pies de Nuestro Padre Jesús. Ya todos sabemos muy bien cómo se originó la devoción a Jesús del Rescate. En 1681, los padres trinitarios realizan una de sus grandes redenciones de cautivos y al pasar por Mámora (Marruecos), encuentran unas imágenes que eran motivo de burla para aquéllos que no tenían la fe cristiana. Los trinitarios deciden redimirlas y entre ellas se encontraba la imagen Jesús atado de manos.
Los trinitarios colocaron sobre su pecho un escapulario blanco con la cruz roja y azul, señal de redención y libertad, que los esclavos liberados lo llevaban en procesión sobre sus hombros. Muy pronto, al paso de la imagen de Jesús por muchos pueblos de España hasta llegar a Madrid, fue cautivando corazones de todas aquellas personas devotas que le rezaban. Todos deseaban besarle los pies o tocar la orla de su manto.
En 1682, la imagen llega a Madrid, con fama de haber realizado muchos milagros. Desde entonces, todos los primeros viernes de marzo y en muchos lugares, todos los viernes del año, miles de personas acuden a venerar la imagen de Jesús Nazareno Rescatado que en muchos lugares es llamado como “Cautivo”, “Rescate o Rescatado”, “Cristo de Medinaceli”, “Nuestro Padre Jesús”… Su sello de identidad es un escapulario trinitario en su pecho.
Antequera, tiene la suerte de custodiar en su iglesia de la Trinidad a Jesús del Rescate, un Cristo que día tras día, semana tras semana y año tras año es venerado por tantos cristianos que buscan consuelo y ayuda. Para muchos, besar una imagen es idolatría, pero nosotros sabemos muy bien, que nuestro beso lleno de intenciones y de actos de amor no se quedan encerrados en una imagen, sino que transciende al cielo hasta llegar al corazón de Dios.
Durante estos cuarenta días, agarrados fuerte del ayuno, la oración y la limosna, nos vamos despegando del hombre viejo, matando todo aquello que nos impide crecer como personas y cristianos, y nos vamos llenando de lo necesario, lo pequeño y al mimo tiempo lo más grande, Jesús de Nazaret. La Cuaresma nos ayuda a encontrarnos con Jesús y gracias a las cofradías, podemos recordar constantemente los momentos más difíciles que el Señor pasó hasta dar la vida por nosotros.
La Cuaresma nos mueve a encontrarnos a nosotros mismos en el encuentro con los hermanos. ¡Bendita devoción popular, si nos ayuda a acercarnos a Dios y a los demás! No nos cansemos de salir al encuentro de Jesús y de dejar todas nuestras dudas y preocupaciones, nuestros sueños y proyectos, nuestras familias y nuestra vida porque ya lo dijo Él; “Venid a mí todos los cansados y agobiados que yo os aliviaré, porque mi carga es ligera y mi yugo llevadero”.
padre trinitario MANUEL GARCÍA LÓPEZ