lunes 25 noviembre 2024
InicioReligiónReflexión del domingo 15 de marzo, IV de Cuaresma, Ciclo B

Reflexión del domingo 15 de marzo, IV de Cuaresma, Ciclo B

Mensaje de las lecturas
· Primera lectura, 2ª Crónicas 36, 14-16. 19-23.
· Salmo, Salmos, 136. R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
· Segunda lectura, Efesios 2,4-10. 
· Evangelio, Juan 3, 14-21. 
El gran regalo de Dios
El evangelista Juan nos habla de un extraño encuentro de Jesús con un importante fariseo, con un miembro del Sanedrín, llamado Nicodemo. Según el relato, es Nicodemo quien toma la iniciativa y va a donde Jesús «de noche». Intuye que Jesús es «un hombre venido de Dios», pero se mueve entre tinieblas. Jesús lo irá conduciendo hacia la luz de la verdad.
 
Nicodemo representa en el relato el ansia que hay en el corazón de toda persona que busca sinceramente encontrarse con el mismo Dios. Por eso, en cierto momento, Nicodemo desaparece de escena y Jesús prosigue su discurso para terminar con una invitación general a no vivir en tinieblas, sino a buscar con ahínco la luz para nuestra vida.
 
Su propuesta es muy atrevida, pues afirma que todo, que todas las sombras de la vida las puede iluminar, alguien que aparentemente, termina como un fracasado: de un crucificado, nace la luz. Y para subrayarlo, lanza un órdago a lo grande:: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna». 
 
¿Podemos ver y sentir el amor de Dios en ese hombre torturado hasta su muerte en la cruz? Los cristianos hemos crecido acostumbrados, desde pequeños, a ver la cruz por todas partes, a llevarla en nuestros cuellos. Pero eso no nos garantiza que hayamos aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con amor. 
 
Nuestra mirada distraída no es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles. O sí. Porque los antequeranos, desde nuestra más tierna infancia hemos aprendido a rezar ante el Señor de la Salud y de las Aguas, ante esa imagen de nuestro Patrón crucificado, ésa que es capaz de llenar de consuelo y esperanza nuestras vidas, por muy doloridas que estén.
En él vemos que nuestra salvación extiende sus brazos en la cruz, pues ésa es, una vez más, la dialéctica de Dios, la de romper desde dentro aquello que nos deshumaniza, sea el pecado, el dolor o la muerte. Y lo hace para mostrarnos que en la entrega y en la generosidad de su amor, encontramos todo lo que nuestra vida necesita, incluso aquello que no podríamos imaginarnos nunca.
 
Porque el Hijo de Dios no vino al mundo por casualidad, sino que tenía una tarea muy concreta, el hacernos partícipes de la salvación. Ése es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo, a todo el que lo quiera recibir. A eso consagró su vida. Y también su entrega en la muerte.
 
Esa gran lección se la dio Jesús a los suyos, que pese a sus dificultades y limitaciones supieron vivir en la luz, sus discípulos, aquéllos que descubrieron en Él lo que nosotros esperamos: que todo el que confía en Dios, el que consagra su vida a hacer realidad ese amor que nos tiene, tendrá su premio, llegará a vivir su salvación.
 
Por eso no es algo privado, un tesoro para ocultarlo y que no se estropee. Todo lo contrario, gracias a Dios: lo que tenemos que hacer, nuestra tarea, es el anunciarlo, el ponerle voz. Ésa es la razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo. La Iglesia existe para evangelizar, para recordarnos a todos el amor de Dios. Y tiene su fuente en el abrazo que Jesucristo da al mundo desde lo alto de la cruz. Sus brazos extendidos sobre ese madero, hacen de un instrumento de muerte y tormento, el árbol donde nace la vida. 
 
Si somos capaces de comprenderlo y de vivirlo de verdad en nuestra Cuaresma, nuestra celebración de la próxima Semana Santa implicará toda nuestra vida, todo nuestro ser. Y nos dará la posibilidad de llenarnos de la vida nueva, de la luz que nace la resurrección de Cristo. Ojalá seamos como esa cierva que busca las fuentes de agua, y que sepamos saciar nuestra sed de plenitud con el agua que nace en Él. ¡Feliz y santo domingo a todos!
 
padre Juan Manuel Ortiz Palomo 
 
Más información, edición impresa sábado 14 de marzo (pinche aquí y conozca dónde puede adquirir el ejemplar) o suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción).  
  
 
 
Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel.
¡Suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción)
 
NOTICIAS RELACIONADAS

Más recientes