Mensaje de las lecturas
· Primera lectura, Jeremías 31,31-34.
· Salmo responsorial: Salmos, 50. R. ¡Oh Dios, crea en mí un Corazón Puro!
· Segunda lectura, Hebreos 5,5-7.
· Evangelio: Juan 12, 20-33.
Como bien sabemos, estamos ya a las puertas de la Semana Santa. Hoy celebramos el domingo de Pasión. Y por eso todas las lecturas, y especialmente el fragmento del Evangelio que se nos ofrece, nos recuerdan lo que estamos cerca de celebrar. Así nos presenta una muerte próxima, la del propio Señor Jesús. Pero curiosamente es una muerte que está llamada a dar mucha vida, con esa manera tan paradójica que tiene nuestro Dios de hacer las cosas.
Eso es la gran enseñanza de parábola del grano de trigo que hoy escuchamos: la semilla que no va a tierra y muere se pierde, se termina pudriendo tarde o temprano, porque para que sea fértil, para que dé vida, tiene que morir en esa tierra que lo acoge.
Buena muestra es lo que vamos a celebrar en los próximos días, en el misterio salvador de su muerte y resurrección. Sin esta visión la Semana Santa sólo sería un momento para lamentos y dolor, por la muerte de un ser querido. Y todos experimentamos que no es así.
Por la fe, podemos descubrir que esa muerte de Cristo “sirve” para llenar de vida toda nuestra existencia. Como dice san Pablo, “la palabra de la cruz es, ciertamente, un absurdo para los que se pierden, pero para quienes están en el camino de salvación, para nosotros, es fuerza de Dios” (1Cor 1,18).
Ése es el motivo por el que el Maestro de Nazaret no se quedó ahí, en la parábola, sino que quiso ir mucho más allá con sus discípulos. A esas altura de su vida, ante un final más o menos cercano, su preocupación era, sobre todo, hacer que sus discípulos comprendieran lo que Él quería decir y hacer, el sentido de sus gestos y sus palabras.
Por eso la invitación del grano de trigo que muere no se reduce sólo al Maestro, sino que será uno de los signos de identidad del grupo de los discípulos. Y por su testimonio, de toda la Iglesia. Así, desde el comienzo de la historia del cristianismo, se ha dicho que la sangre de los mártires es la semilla más fuerte de vida cristiana que la Iglesia ha tenido: donde la sangre de los mártires ha regado la tierra, allí ha renacido siempre, con más fuerza, la Iglesia.
Ésa es la glorificación que el Padre tuvo con su Hijo, y con todos los que por Jesucristo hemos sido adoptados como hijos, pues todos hemos sido atraídos hacia Él en su cruz. No olvidemos que desde la cruz, desde su trono, Cristo quiere abrazarnos a todos con su amor, quiere hacernos partícipes de su redención.
Además, coincide este domingo previo a la Semana Santa con una de las jornadas más especiales de las que a lo largo del año celebra nuestra Iglesia en España: hoy celebramos el Día del Seminario, en este domingo que sigue a la fiesta de San José, donde tenemos muy presente al lugar donde se forman nuestros sacerdotes del mañana.
Tenemos la suerte de estar viviendo un momento muy bello en la vida de la Iglesia con el anuncio que el Papa Francisco acaba de hacer de dedicar un Año Santo Jubilar a la misericordia, para celebrar los cincuenta años del final del Concilio Vaticano II.
Toda la Iglesia está llamada a dar misericordia a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo, que tanto necesitan sentir cerca el amor de Dios, unir su corazón dolorido al corazón sanante de donde nace el verdadero amor.
Pues este domingo del Seminario, pidamos “al dueño de la mies” que envíe muchos obreros, que sean muchos los ministros de la misericordia que lo puedan hacer presente en nuestras comunidades parroquiales, que consagren su vida a servir a Dios en los hermanos.
Recemos para que nuestros jóvenes puedan escuchar la llamada del Señor. Porque Él sigue llamando, aunque a veces es difícil de poder escuchar su voz por los muchos ruidos que nos rodean, o que viven dentro de nosotros.
Feliz y santo domingo a todos. Y un recuerdo, en forma de oración hacia el obispo del que recibí la ordenación, don Antonio Dorado, que como han podido leer, ha marchado esta semana a la casa del Padre. El Señor le premie todos tus desvelos y trabajos en favor de su Iglesia. Don Antonio, descanse en paz.
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