Es precioso el Evangelio de esta semana que corresponde a la quinta del tiempo pascual. La semana pasada se nos presentaba la figura del Buen Pastor. Ese Buen Pastor daba la vida por sus ovejas. Conocía a todas ellas y las llama por su nombre. Ese mismo pastor esta semana se nos convierte en labrador, tiene una viña y cuida de ella con el mismo cariño que el pastor cuidaba de sus ovejas.
Ese labrador que entiende de campo sabe lo que tiene que hacer con su viña para cuidarla y que de fruto… es por eso que Jesús dijo que sus discípulos serían reconocidos por sus frutos, y hoy nos recuerda que la única forma eficaz y verdadera de dar fruto es permanecer en Él. Permanecer en Cristo es mantenerse en constante contacto con Él a través de sus múltiples formas de presencia: Palabra, vida, eucaristía, amor…
Hay personas que admiran a un Jesús total y exclusivamente humano: el Jesús revolucionario, radical, arriesgado… pero todos esos aspectos no agotan ni mucho menos al auténtico rostro de Dios. Cuando ahondamos en la intimidad con el Maestro descubrimos que nuestra vida no se queda solamente en la admiración estéril sino que se convierte en un impulso de vida.
Escuchar el latido del corazón de Dios para llevar ese calor y ese amor al mundo, esos son los frutos de quien permanece en Jesús. “Dar frutos” es vivir la vida del auténtico discípulo. Los frutos del cristiano no deben ser “hacer cosas” o ser “muy trabajador”. Nos llenamos muchas veces de ocupaciones pensando que en nuestra atareada agenda estamos dando frutos cristianos. Puede ser que un cristiano se pase todo el día ocupadísimo, o que haga un fructífero trabajo social, pero ¿son esos los frutos de los que nos habla Jesús?
Dar fruto según Jesús no es ser muy laborioso humanamente hablando. Sin duda que una persona que se tome en serio el Evangelio de seguro que se entregará apasionadamente a su difusión. Los frutos de Jesús es llevar a la persona al encuentro con Él. Pastoralmente es una referencia imprescindible el saber que dar frutos en el Señor es acercarnos y permanecer en Dios para que otros se puedan encontrar y acercar a Dios.
Nos contentamos con hacer cosas con la mejor buena intención, pero ¿Te has preguntado alguna vez cuántas personas se han acercado a Dios gracias a tu unión y tu trabajo en el Señor?
Hay cristianos que se entristecen porque no “ven los resultados” de sus trabajos, es como si los frutos no salieran a la luz. Pensamos con una mentalidad bastante materialista y creemos que donde no vemos no existen frutos. Los que piensan así se ahorrarían muchas tristezas si cayeran en la cuenta que lo que Dios va haciendo en el interior de una persona no se ve, pero va germinando en la oscuridad y en la profundidad de cada corazón. Pensar que los frutos son solamente externos es empobrecer la acción del Espíritu Santo actuante en cada una de las acciones que hacemos en el nombre del Señor.
Cada persona que permanece en Jesús puede hacer también lo que el Señor hizo. La relación del cristiano con Dios es la de una profunda y sincera amistad que es para compartir con los demás. Los frutos no son solamente para los que nos rodean. También nuestra cercanía al Señor produce en nosotros abundantes cosechas del amor que Dios nos tiene. Si sembramos bien en nuestro corazón tendremos también frutos en él para repartir a los demás.
padre Antonio Jiménez López