Fue este domingo 7 de junio, tras 20 años sin experimentar lo que es sujetarse a un varal. La vida me lo pedía, su hermano mayor Manolo me lo procuró y Juan Antonio me lo posibilitó. Fui uno de los 56 afortunados que llevaron el Corpus Christi.
Acostumbrado a llevar una cámara o un martillo cuando estoy delante de un trono, estar bajo las órdenes de Él y de Manolo García de la Vega, me supusieron un escalón más, una nueva experiencia en mi vida, “vida” con la que compartí unos momentos por Madre de Dios y “vida única” que tuvo delante de mí. 56 hermanos de blanco, con nuestra Fe, con el orgullo y responsabilidad de llevar al Señor en Cuerpo que salía de su sagrario para bendecir las calles.
Unas calles “vacías” porque los devotos iban tras la Custodia y aguardaban en casa, con los balcones y ventanas abiertas para arrodillarse a su paso. ¡Increíble el sentimiento vivido al mirar hacia arriba y ver tantos gestos desde dentro de los balcones, escondiéndose para que sólo Él los viera!
Muchas veces escribes con el corazón, sin caer en lo que el alma te hace teclear. Repito una frase que expresé en mi Facebook este domingo: “Si tras tu devoción hacia una imagen, logras ver esto, estás en la plenitud de la fe”. Se trata de una foto desde mi sitio, en la parte de atrás, desde donde se admira el viril con el Cuerpo de Cristo y la marea blanca de hermanacos que se fusionan con las flores que aúpan al Santísimo.
Los cristianos, los cofrades en particular y los hermanacos en concreto, tenemos que ser sagrarios todo el año, y no quedarnos en lo que nos diferencia, sea el escudo, comunidad o diferencia.
Ojalá como hermano mayor de Santa Eufemia, como cofrade, como cristiano, como hermano, como amigo… pueda transmitir lo que Manolo, su grupo de hermanos y Él, nos hicieron sentir con los gestos callados, anónimos, de las calles de Antequera, “vacías” de gente, pero llenas de espíritu.
Antonio J. Guerrero