domingo 27 abril 2025
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¿Os aventuráis a ser apóstoles del Evangelio de Jesús? ¡Adelante…!

Siempre me ha gustado el pensamiento, la filosofía, el diálogo, la palabra… Un par de veces, en mi infancia, comencé a escribir un diario, pero al segundo día me desilusioné, me cansé, porque mi mente era saltarina, sin pausa y mi desarrollo mental más rápido que mi agilidad de mis dedos para la escritura. 

Pienso que la palabra es dinámica, alegre, directa; es lo que usaba nuestro amado Jesús con las gentes. Él no mandó a sus discípulos escribir lo que predicaba, o el itinerario de las rutas que seguían, o el diálogo que impartía con las personas que se encontraba… No; Jesús es espontáneo, un bohemio de nuestro tiempo podríamos decir, el que se dejaba impulsar por el Espíritu Santo y le insinuaba dónde ir, con quién encontrarse, de qué hablar. 
 
Ya lo decía el mismo Jesús a Nicodemo: “El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu” (Jn 3,8). Es decir, ofrecer nuestro espíritu al Espíritu.
 
Eso es lo que quizá mayormente nos pide Dios nuestro Padre a nosotros, hablar, dialogar, proclamar, anunciar, su Palabra misma que es su Hijo Jesús, el Señor, al mundo a nuestro mundo, y esta palabra guiada por su Espíritu; cuando alguien tiene una noticia alegre y buena ¿por qué guardarla bajo llave? ¿por qué no compartirla y que todos compartan la alegría? Es lo que suele ocurrir, explotar la noticia, compartirla, convivirla.
 
Eso es lo que nos propusimos hacer la semana pasada en la Plaza Castilla de nuestra ciudad. Un grupo de misioneros proclamamos nuestra alegría, la alegría que Dios nos ama a todos, que está presente, que intercede por nosotros, nos escucha y consuela; que quiere zarandear nuestra fe dormida para que despertemos de un largo sueño o letargo, para que, ya despiertos, continuemos trabajando por el Reino de Dios, el Reino del Amor. Para ello utiliza a personas, aquéllas que menos pensamos, como mediadores para nuestro bien. 
 
Esta vez se colocó a pie de calle, no en el presbiterio, ni en la homilía, sino de tú a tú con el misionero seglar, religioso o sacerdotal. Termino estas palabras, estimados lectores, para invitaros a ser misioneros del Evangelio, predicadores de la Palabra y a anunciaros una gran noticia, una noticia única: El Dios creador del universo es el Dios de Jesús, os ama y os amará siempre. Ahora, ¿estáis dispuestos a escucharle y a amarle como Él os ama? ¿Os aventuraríais a ser apóstoles del Evangelio de Jesús? ¡Adelante…!
 
HERMANO RAÚL SÁNCHEZ,
fraile capuchino
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