jueves 21 noviembre 2024
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“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt. 11, 28)

Después de 10 meses de trabajo continuo, carreras para colegios, actividades extraescolares, compras y demás, ha llegado el tiempo de un merecido descanso para la familia. Llega el verano y con él y las vacaciones, un poco de caos en los hogares: piscina, playa, coles de verano… niños a todas horas en casa.

Ante las vacaciones que vivimos muchas familias en estos días, hay que aprovechar para cuidar de ella, de los amigos, para cargar las pilas o llenar el depósito de esa gasolina que vamos consumiendo durante el curso. Las vacaciones son además tiempo para descansar, de aliviarse de las tensiones de la vida diaria del trabajo. Es tiempo para dedicar a todas aquellas cosas nobles y divertidas que anhelamos hacer durante el curso, pero que por falta de tiempo o por las condiciones que sean no las podemos hacer.
 
Hay dos formas de vivir el tiempo vacacional: la más potenciada por la cultura hedonista dominante es el “dolce far niente”. Es decir; deja a un lado la cabeza, el corazón, la conciencia para vivir la aventura humana del capricho de moda. Otra opción es la que nos recomendaba allá por 2011 Benedicto XVI: “metiendo el Evangelio en la maleta”, que significa convertirnos en dueños de nuestras vacaciones, saber valorarlas, pero nunca mitificarlas.
 
Las vacaciones son un tiempo estupendo para reponer esas fuerzas tanto físicas, mentales y espirituales que desgastamos y flaquean con la vorágine del curso y del quehacer diario. Es un tiempo estupendo para formarse, para leer para cultivarse, también para dejarse mimar por los demás miembros de la familia, por disfrutar juntos, por quedar en más ocasiones con esos amigos que durante el curso por cuestión de tiempo no quedamos tanto como nos gustaría.
 
Y por supuesto, es un tiempo magnífico y estupendo para rezar, para hablar menos y escuchar más, para estar en ese silencio que tanto nos habla, para acercarnos con más asiduidad a los sacramentos, para profundizar en aquellas cuestiones de fe que no tenemos bien arraigadas y para al igual que debemos fortalecer los lazos en este tiempo con nuestra familia y amigos, fortalecernos también con Cristo, que como nosotros, también se va de vacaciones, no nos podemos olvidar que aunque cambiemos de lugar, de casa o de paisajes durante algunos días, Él también estará donde vayamos,  esperándonos en esa parroquia de pueblo, en esa parroquia de la playa o en aquella pequeña ermita de la montaña, no debemos olvidarnos de Él en ningún momento.
 
ENCARNI ÁLVAREZ
 
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