Mensaje de las lecturas
· Primera lectura, Sb 7, 7-11: la Sabiduría, el gran y mejor tesoro.
· Salmo: Sal 90: Saciarse del amor divino.
· Segunda lectura, Heb, 4, 12-14: La Palabra (Sabiduría de Dios) desnuda pensamientos e intenciones.
· Evangelio, Mc 10, 17-.30: El joven que tenía mucho, escaso de Sabiduría.
La felicidad del amor al Dios y al prójimo
De una forma u otra, las lecturas de este domingo plantean el eterno problema del ser o el tener; la importancia de una u otra actitud; la validez de uno y otro comportamiento. Sugieren así mismo el carácter decisivo para todo ser humano, especialmente el cristiano, de emplearse a fondo para investigar y descubrir cuál es la actitud, la conducta y el estilo de vida más acorde con mensaje de Jesús. Y eso, a la luz de la sabiduría, es decir, de Dios, de Jesús, del evangelio. Invitan, pues, al examen, a la reflexión, y a la meditación para escrutar en las circunstancias de nuestra vida, el genuino talante evangélico del creyente en Jesús.
Las personas podemos enfocar y planificar nuestra vida a la luz del tener más y más. Quién así actúa estará muy preocupado por incrementar los saldos de su cuenta bancaria, por rodearse de una vida de lujo, por estar obsesionado en acaparar prebendas, honores, elogios, alabanzas y fama. El centro de su vida es él mismo, sus egoísmos, su yo; tiene de todo hasta aburrirse; su mirada gira una y otra vez hacía sí mismo como epicentro de un universo ajustado y concebido para girar alrededor de su yo. Es la prevalencia del tener, la adoración del yo, la idolatría del sí mismo; pura egolatría.
Pero las lecturas de este domingo, la Palabra de Dios, confluyen en la convicción de que esa forma de organizar la propia vida es intrínsecamente equivocada y espiritualmente perversa; es una sabiduría falsa, que lleva a la propia ruina moral y humana de la persona.
La primera lectura habla de una actitud de humilde oración para encontrar la auténtica sabiduría que sólo puede venir de la Sabiduría con mayúscula: Dios. Ella se alcanza con muchas dosis de humildad y el reconocimiento de la propia impotencia, de la propia poquedad, de la escasez radical de los propios recursos. Exige e invita a reconocer otra realidad que nos sobrepasa, trascendental, y plenamente reconfortante: Dios. Y es el salmo el que puntualiza que ese alimento espiritual, que sacia plenamente, esa plenitudreconstituyente, esa riqueza inigualable, mucho más valiosa que las cosas materiales, es el amor: el amor a Dios, el amor al hermano.
Se pueden tener muchas riquezas, se pueden poseer muchos dones naturales y grandes cualidades artísticas, o un gran curriculum de méritos intelectuales, se puede ser muy observante de infinidad de mandamientos y normas; todo ello puede ser expresión evidente de una gran riqueza material e intelectual, e incluso religiosa; pero también son elementos radicalmente incapaces de saciar la sed de plenitud, de sentido vital, de alegría interior, de frescura y pujanza de la experiencia cristiana ungida por el amor de Dios que, a ejemplo de Jesús, transforma la propia vida en una profunda experiencia de ser, en correspondencia a la intención original de un Dios creador que desea la felicidad plena de todo ser humano; una felicidad que sólo se encuentra en Él. La felicidad del amor al Dios y al prójimo.
padre DOMINGO REYES FERNÁNDEZ