AMARILLO MAGNOLIA. Escucho y hablo. Escucho y callo. Escucho y cuento. Me cuentan por los pasillos de la universidad, que este año nos vamos a vestir como en los 70. Me pongo a rememorar mis años 70 y me veo… ¡horrible! Minifaldas, pantalones campana…unos zuecos de plataformas alarmantes y flores y flecos, alguna que otra falda de hippy. Lo que llegaba a Antequera por aquella década.
Mejor será volver al hoy. Ayer tuve un encuentro en Ardales con mis lectores medianos, aunque la presencia de algunos padres transformó el mismo en algo diferente pero retador. Ése es mi hoy más cercano. Disfruté como siempre con los chicos. Nunca sé cómo serán sus caras, sus risas, su reacción ante mis historias. Nunca me pasan un expediente que me hable de ellos, pero la magia es adivinar, intuir, encontrar, disfrutar.
De las páginas de mis libros vuelan risas, colores… y no hay lugares sombríos que valgan. Durante más de una hora todo es luz, fantasía, magia. Agradecida por hacer en esta vida una de las cosas que más me gustan: escribir, encontrarme con mis lectores y compartir experiencias de palabras de poesías, palabras de cuentos, palabras de canciones. Afortunada me siento.
La semana que viene tendré un encuentro muy especial con gente mayor en una asociación de vecinos. Han hecho ellos un cartel que es tremendo. ¡Qué alegría! Voy a leer mis poesías pero como lo están deseando, me llevaré la guitarra para el fin de fiesta. Espero que la voz me acompañe y mis dedos también corran entusiasmados por el mástil y los acordes salten de un traste a otro con intención de alegrar durante una rato a estos abuelos que se merecen muchas cosas buenas. La tierra espera la lluvia; la madera de mi guitarra ser acariciada.