Consternación en todo el mundo tras el atentado en Francia. Dolor compartido, no disimulado, ante su desgracia. Horror ante la barbarie que vivió en París. Solidaridad en esos duros momentos. Reacción unánime mundial ante esa otra forma de guerra que se vive desde hace unos años –Madrid, Nueva York, París— en el mundo, ante la que se estrellan los más modernos sistemas de armamento, los espionajes más refinados, incapaces de evitar situaciones como la de París y cierto respiro ante el hecho de que el desastre pudo ser mayor, si los terroristas llegan a entrar en el Saint Denis repleto de aficionados que presenciaban, presidente francés al frente, el encuentro de fútbol entre Francia e Inglaterra.
Lo dijo el Papa Francisco: “Vivimos una situación de tercera Guerra Mundial”, al tiempo de invocaba por que los hombres reflexionásemos en busca de lo contrario: contra la guerra, la paz; contra el odio, el amor; contra las necesidades, caridad.
Pero en momentos así, un querido paisano, nos enviaba un mensaje en el que dice. “Me da envidia ver a un país unido por la desgracia. Un país que sale cantando su himno nacional y luciendo las banderas nacionales tras los atentados. Que no llama asesino a su Presidente. Que permite sin que se le acuse de salir corriendo dejando atrás a sus ciudadanos. Y no dejo de pensar que deberíamos de avergonzarnos por no haber sabido actuar en su momento en España. Hollande no es un asesino, nadie le ha llamado así los asesinos son otros. Y los que en su día en España no supieron actuar al lado del gobierno deberían aprender la lección que está dando el pueblo y la oposición franceses. Todos somos París, como en su momento todos debimos ser Madrid».
Y es que en Francia, antes de las elecciones, se discute, se lucha dialécticamente defendiendo cada cual sus ideas, a veces de forma exagerada, pero una vez se da paso a que los franceses expresen sus preferencias, depositen sus votos, inmediatamente se olvidan de todo y forman una piña con el presidente o el partido elegido por la mayoría para pensar en Francia, como se ha podido comprobar ahora, donde Hollande recibía a Sarkozy, Le Pen –extremos del arco parlamentario francés destacable–, que acuden respetuosos al encuentro, apoyando al presidente en primer lugar, aunque luego expresaran sus opiniones. Mientras en España, se ha producido una situación parecida al llamar Rajoy a los portavoces de los partidos mayoritarios que, menos uno, apoyaron el pacto propuesto por nuestro Presidente. En Francia, se ha dado sensación de unidad, aquí de anteponer sus ideas propias al bien nacional…
Pero todo eso queda atrás, ante el dolor vivido por Francia, que por cierto tiene a una casi antequerana, Ana Hidalgo, al frente de la alcaldía de París y a un oriundo catalán en alto cargo, Del Valls. Nos toca rezar por las víctimas, por sus familias y por el país vecino y estar alerta como nos piden nuestras autoridades.