Es el viejo refranero español, al que hoy me acojo para dejarles algo de lectura. Mas, antes de continuar, dejarles quiero, otro refrán, aunque me etiqueten de refranero. Si digo que la burra es parda, es porque tengo pelos en la mano.
Teniendo en cuenta que ya por el siglo XIV Juan Ruiz, más conocido como Arcipreste de Hita, nos dejaba en su Libro del Buen Amor la siguiente frase: Por las verdades se pierden los amigos, y por las no decir se hacen los desamigos, dos cosas quisiera glosarles.
Lo primero que acude a mi pensamiento, es que, si ya por el siglo XIV estos pensamientos eran motivo de atenciones, no es cosa de actualidad el que hoy mismamente a mí me sucedan, mas he ahí la duda, porque, y es lo segundo, el no decirlas igualmente podría proporcionarnos un des-amigo. Cuando estas dudas han aterrizado, en el soporte que utilizo para llevar el casco cuando pedaleo, yo siempre he resuelto salir con algo que me enseñaron desde muy pequeñito, esto es: La verdad.
Cierto es que, del como utilicemos esas verdades, nos vendrá dado también el índice de nuestro barómetro en lo referente a educación.
No, por supuesto ser sincero no debe cuestionar nuestro nivel de educación, Sí es cierto que cuando expresamos verdades, a las personas inmaduras no les agrada en modo alguno, el que le digan la verdad.
El grado de madurez emocional que poseamos nos va a posibilitar el asimilar que no somos infalibles y que podemos equivocarnos en cualquier tema que el día a día nos pueda deparar. Pero como les digo, recurriendo a la educación y a la madurez personal, no deberíamos molestarnos por ello, en todo caso y previas disculpas por ello, solicitar amablemente una explícita información del tema, para proceder a modo correcto, rectificando así el detectado error.
Eliminando eso sí, el sentirnos ofendidos, cuando alguien nos ha hecho ver nuestro error, y no quitándole la amistad a quien nos lo hizo ver.
He de reseñar también el reverso, o lado opuesto, de lo hasta ahora descrito. Sería aquella otra situación en que pudiésemos caer en la tentación de gozar haciéndole ver el error cometido por él, a nuestro semejante, valiéndonos de algún momento en que podamos dejarle en ridículo por su equívoco, ante una cierta cantidad de gente o reunión, esgrimiéndolo de manera irrespetuosa y a modo de victoria ridiculizándole por su desliz. Hasta el ser más insignificante se nos revolvería en viéndose acorralado o amenazado impunemente.
Es claro que al referirnos al tema tratado en concreto, es preferible dar siempre lugar al posible o no acierto de lo referido, dejando siempre una puerta o hueco para la posible explicación de lo ocurrido. Claro que siempre estaremos en el derecho de si, en conociendo la verdad, sin duda alguna del entuerto, dejar muy claro aquello de: Con todos mis respetos, pero creo que estás equivocado, por éstos o aquéllos motivos que serían explicados a continuación.
Continuo en el pedaleo, no sin antes dejarles otra frase al hilo de… mal me quieren mis comadres porque digo las verdades.