Lo más seguro, si Dios quiere, es que cuando ustedes estén leyendo este periódico, yo esté vistiendo de terciopelo y oro a mi Rescate, al Rescate de Antequera, para el pregón de nuestra cofradía. Dejaré sus pies al descubierto para que podamos besarlos el viernes que viene.
Y en medio de todas estas luces de cera, tulipas de cristal talladas y escapularios trinitarios, yo me acerco a la poesía. A ellas, a las poetas del 27. Sí existieron, en medio de Alberti, Lorca, Aleixandre, Cernuda… estaban ELLAS, las mujeres, las “sin sombrero” como María Zambrano o Rosa Chacel, las mujeres del 27.
Desde el próximo marzo estaré hablando de ellas y compartiendo con chicos y chicas de colegios e institutos de Málaga en las bibliotecas seleccionadas para estos encuentros, de esta generación, pero especialmente todo recaerá en estas mujeres que la mayoría de las veces tuvieron que dar un paso en ora dirección porque fácil no se lo pusieron.
Si tengo la voz bien, me atreveré osada yo, a recitar rasgueando las cuerdas. Así que entre versos de mujeres camino. No olvido los míos, que en comparación con los de ellas, como poco son de otra época, de la mía, de la de Tiempo de Arena.
Para banalidades estoy. Me ve mi peluquera pasar por delante del salón que dirige y me dice con gestos muy claros que necesito cortarme las puntas de la melena y todo ello embutido en una prosa que no deja lugar a dudas.
Palabras, gestos, oraciones, olor a verso, a flores tempranas de estos naranjos que caen ramas al suelo sorprendidos por un invierno extraño que revuelve teorías conspiratorias de todo tipo. Camino.