lunes 25 noviembre 2024
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¿Su hija o hijo hacen la Primera Comunión?

Dénos tres minutos. Empiezan ya las Primera Comuniones en muchos Centros docentes y Parroquias antequeranos. Los niños se han preparado, recibiendo de sus catequistas, la formación para comprender qué es eso de la Primera Comunión, para saber que dan un nuevo paso en su vida de cristianos, que aceptaron a través de sus padres y padrinos nada más nacer; para entender que van a tomar el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
 
En torno a este acto, giran otros: preparar el traje o vestido para ese paso religioso, encargar estampas de recuerdo para familiares y amigos, que estarán preparando los regalitos para entregar en la copa o el almuerzo con que los padres de la criatura obsequiarán a sus invitados… Algunas de esas cosas, se hacen desde siempre, otras crecen desmesuradamente, desvirtuando quizá el verdadero sentido del Acto, aunque en el fondo su origen sea una convivencia celebrando un acontecimiento para los hogares.
 
Bueno, pues ya ha tomado el niño su Primera Comunión, poniendo en muchos casos caritas emocionadas por la trascendencia al acto, cerrando sus ojos al volver a su asiento y rezar juntando sus manos al Jesús que ya tienen dentro… Al salir de la iglesia, muestras de cariño de quienes les aguardan y recibir tantos besos y abrazos de quienes les quieren y se unen a la alegría del momento. La fiesta fue un éxito, el menú espléndido y los regalos preciosos… Por fin llega la vuelta a la casa, cansados de tanto jaleo, locos por coger la cama… tras revisar, una vez más, los regalos recibidos y hasta, en algunos casos, pensar un poco en lo que les dijo el sacerdote tras recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor. Los padres, respirarán tranquilos porque todo salió bien…
 
Pero tras todo esto que se vive en todos los hogares, vienen los domingos, por citar un caso, en que “hay que ir a misa”. Es uno de los mandamientos, es lo que recomendaron sacerdotes y catequistas, es una oportunidad de volver a tener a Jesús junto al corazón. 
 
Pero por desgracia, tenemos que presentar otra estampa: llega el primer domingo, y el niño pide a sus padres ir a misa, que le acompañen. Y a lo mejor, refunfuñando, van… pero el segundo, tercero o más adelante empiezan las pegas: “Anoche nos acostamos muy tarde”, “Es que estamos muy cansados…”, “Por un día, no pasa nada…”,  y como en la semana los críos se acuestan tan tarde por culpa de las tareas que dicen están prohibidas en las cantidades que muchos niños tienen que hacer, quedarse en la cama unas horas más… no duele precisamente, pero el caso es que el firme propósito del niño de ir a la misa dominical, se va resquebrajando, hasta terminar por ni preguntar si hay quien le acompañe… y ser casi lo raro que el niño acuda a la iglesia ese día. Y todo, por culpa de unos padres, que están debilitando la formación del niño, al tiempo que queriéndolo o sin querer, debilitan también la Iglesia.
 
Igual que hay una catequesis para los niños, ¿no debería haber una para los padres a que nos referimos…?  
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