Todas las mañanas, después de mis caminatas, leo por encima la prensa. Tomo notas y escribo mi propia visión sobre ellas, en un cuaderno. Así que hoy al coger uno nuevo, me he dado cuenta de que llevo un “diario news” sin darme cuenta.
Anoto escombros de movimientos terrestres que se cobran vidas en la inmensidad de la escala Richter y escombros políticos, que más que enterrar nombre deberían sacarlos a la luz para que de una vez por todas sepamos con quién nos las gastamos y quién y cómo nos manejan.
Hay seres extraños en este mundo, y me cuestiono que el señor Rato, lo llamo señor no por respeto, sino para alejarlo de mí, sea amante de meditación y que haya alcanzado en dos o tres días la paz interior y lo que es más, que la práctica de esta disciplina le haya llevado a desprenderse de todo lo material de su vida, especialmente de lo robado a gente inocente.
Se da el caso que hace muchos años me inicié en la meditación trascendental… es más profundo y extenso de lo que puedo contar. En fin, la cuestión es que desesperada por mis neuralgias, acudí a un curso de meditación.
Tuve un maestro excepcional y aquello que me pareció una tontería, hace más de treinta años y que no me quitó las jaquecas, ahora me devuelve cada día esa sensación de bienestar interior.
Tuve que aprender, me costó mucho. Pero meditar me proporcionó relajación, puso y pone orden en mis sentimientos, de tal forma que mis amigos más cercanos cuando me preguntan, ¿cómo has superado esto tan gordo?
Y antes de que me dé cuenta, ellos mismos se responden, ¡ah tú y tu meditación, tu trabajo mental! Les doy la razón, me ha ayudado, aunque no cubre todas las áreas del corazón. Escribo lo que veo, lo que oigo, lo que siento.
