El Deporte marca una vez más las líneas de esta columna, y es que me resulta más fácil hablarles de ello que de política, la cual he llegado a aborrecer hasta el extremo.
Estos días se empeñan en mostrarnos a un Benzema triste porque no puede ir a la Eurocopa junto a su Selección Francesa. Y me sirve el pequeño escarnio que en su país le están dando al delantero, para pensar en todos los que se deberían dar y sin embargo, se alaban.
Cierto que uno se puede equivocar y rectificar, cierto que es deporte y en él no se deben mezclar ciertas cosas, pero ¿dónde está el límite para los futbolistas? Puede que me tilden de que voy a generalizar, pero me parece esencial que un futbolista, de cualquier equipo, categoría o lugar, sea un ejemplo, porque entiendo que su carrera debe ser un referente para todos los que miran a esos jugadores con el deseo de ser uno de ellos el día de mañana.
Claro que como en todas las profesiones, los hay buenos y malos –el periodismo es un ejemplo de ello– pero en un deporte que dice ser el “deporte rey” se deberían cuidar muchas cosas. Ejemplos, muchos.
No entiendo que un jugador pueda ir por la carretera a una velocidad superior a la permitida y esté tan pancho. No entiendo que un jugador en las celebraciones de sus equipos, insulte, diga palabras inapropiadas. No entiendo que los jugadores utilicen las tecnologías para insultarse unos a otros. No entiendo los múltiples insultos que se escuchan de un lado y de otro en un campo de fútbol, empezando por los jugadores que están en el césped. No entiendo que defrauden millones de euros y todos tan tranquilos.
No entiendo tantas cosas que ocurren en el fútbol, que ya el deporte que más me gusta, me da asco. Todos son modelos a seguir por los jóvenes: ¿tanto les cuesta ser como otros deportistas de elite?