Si el espectador quiere ver una película de catástrofes con aire de gran estudio, pero al terminarla parecer no serlo, “Everest” es la propia. Si hacemos un breve repaso a títulos anteriores como: “Límite vertical”, “Máximo riesgo”… son películas donde los personajes desarrollan sus destrezas en un entorno hostil con tramas que dificultan su supervivencia, pero que si el factor “montaña extrema” lo eliminásemos de la ecuación cinematográfica, igual la historia se podría desarrollar en un huerto de patatas con la misma expectación.
El pasar del tiempo situará a “Everest” en la estantería de filmes donde el entorno se convierte en el protagonista y las interpretaciones en reacciones hacia la protagonista. La película se encuentra filmada con una fotografía espectacular tanto en encuadres, como en cromática. La cámara continuamente se sitúa en ángulos extremos, haciendo interpretar a la gran montaña.
El sonido de la montaña se mezcla de forma efectista, los silencios y la banda sonora de Marianelli hacen de la película una sensación sonora elegante, muy alejada de otras producciones. Momentos de tensión, subtramas que empatizan, interpretaciones correctas y la verdad de una historia para nada edulcorada.
Ése es el gran acierto del director Kormákur, fiel a un estilo, a la narración de historias donde sus personajes poseen una fuerza tremenda en el desarrollo de sus dramas, sólo que esta vez nos ha presentado a “Everest” un escalón hacia el loco desafío del hombre a su propia naturaleza.