Estamos a días tan sólo del comienzo de un nuevo curso docente, curso que, si recordamos las manifestaciones de determinados representantes de grupos políticos en las sesiones de investidura del nuevo Gobierno, es de una trascendencia singular, si es que nos decidimos, de una vez por todas, a fijar un punto de partida, para mejorar muchas cosas que tienen un principio en la Educación, en la Cultura.
Y es que en esas sesiones, se escucharon declaraciones que demostraban una más que deficiente formación en Historia, además de serias carencias a la hora de argumentar, de exponer, de tratar de conseguir sus objetivos, sin mirar, sin caer, sin analizar si proceden o no, si son justos o no, si incluso son lógicos o no, si se ajustan a la realidad histórica o no. En suma, una preparación más que deficiente de muchos oradores, que arrancaría de sus formaciones docentes, con errores que han sido asumidos como ciertos y han ido creciendo, creciendo, hasta llegar adonde estamos.
Escuchamos a representantes catalanes, reclamando ser una nación, cuando la Historia fija su dependencia del Reino de Aragón. No entendimos cómo a nadie se le ocurrió recordar lo que Cataluña, para su representante poco menos que la Gloria, está costando al fondo común de toda España, logrando así –toda España— evitar su quiebra más absoluta, que cobren los suministradores de medicamentos, que se paguen pensiones y funcione su sanidad. ¡Cómo se hubiera presentado el ponente si las fábricas de medicamento les hubieran negado más suministros, si no hubieran podido pagar las nóminas a sus trabajadores, o las pensiones a sus mayores…! Nos imaginamos que con la mirada un poco más baja. Pues quien lo evitó fue esa España de la que reniegan, y a la que, por el contrario, culpan de sus males.
Fijan Cataluña como paraíso motor de la Economía, olvidando esos datos que se publican sobre las empresas, las industrias que abandonan Cataluña ante el panorama que, precisamente algunos de esos dirigentes dibujan, anunciando sus medidas y objetivos, prefiriendo “la seguridad y tranquilidad” que les brindan otros lugares de España.
Esas cosas, por su evidencia, tienen que partir de formaciones erróneas, de situaciones no corregidas con el paso del tiempo, lo que hizo que un simple error se haya convertido en el esperpento de hoy.
Por eso la trascendencia, la importancia de una educación que se ajuste a la realidad, que no engañe a nadie, que forme a las personas en la verdad, en la justicia, en la rectitud.
Hace falta que los jóvenes españoles conozcan de verdad su pasado, en la seguridad de que terminarán no sólo formados adecuadamente, sino orgullosos de su tierra, de lo que España hizo en el mundo en muchas materias que se ignoran en los programas docentes de muchas autonomías, contribuyendo a que no se valore ni lo que es España, ni de dónde viene, ni a dónde debe ir…
Todo eso puede, debe, empezar a corregirse desde este inminente nuevo Curso.