viernes 22 agosto 2025
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Domingo 16 de octubre, ante la Canonización de San Manuel González

· Primera lectura: Éxodo 17, 8-13.
· Salmo responsorial: Salmo 120. “El auxilio me viene del Señor, que hizo el Cielo y la Tierra”
· Segunda lectura: Segunda Timoteo 3, 14-4, 2.
· Evangelio: Lucas 18, 1-8.
Cuando en nuestra vida nos encontramos con alguien especialmente insistente, nuestra tendencia es “a salir corriendo”, intentamos no tener que prestar demasiada atención a quien nos aburre con sus peticiones o con sus historias. Pues alguien así es quien el Señor pone en el centro de la parábola que ilumina el evangelio dominical: una viuda que día sí, día también va a pedir lo que cree suyo ante el juez.
 
Es cierto que el juez es calificado como “injusto”. Y esto lo hace para que la comparación ante la solución “políticamente correcta” (le haré justicia, vaya que me pegue) nos deje delante del tema central del evangelio: ¿sabemos rezar?, ¿somos constantes en esa oración?
 
No es un tema circunstancial, no es una mera anécdota. Nos decimos amigos de Dios. Pero ¿cuidamos de que “no crezca la hierba” en el camino de nuestra amistad con Él? Si no cuidamos nuestra relación con Dios, la enseñanza de esta página evangélica es especialmente para nosotros.
 
“Dios no se cansa nunca de perdonar”, decía hace pocos meses el papa Francisco. Y añadía a continuación que “éramos nosotros quienes nos cansábamos de pedir perdón por nuestras ofensas”. Algo parecido podíamos decir de nuestra de nuestra vida oración. Unas veces por la cantidad de cosas que nos ocupan. Otras veces porque nos parece muy monótona, muy repetitiva cuando tomamos las fórmulas de nuestros mayores o de las oraciones que hemos aprendido en nuestra infancia. 
 
Eso es debido a que no hemos descubierto su verdadera importancia para nuestra vida de fe. Es uno de sus principales alimentos. Cuando ha tenido la suerte de hacerlo, de valorar esta relación íntima con Dios, todo cambia. Y como ocurre en las cosas de Dios, a veces en la sencillez de una viuda o de un trabajador, aparece este misterio con gran claridad.
 
Cuentan que un párroco, mientras empezaba el día rezando ante el sagrario, bien temprano, observaba que cada mañana entraba un hombre de mediana edad y con apariencia de trabajador. Y con un detalle muy curioso. En su oreja siempre llevaba un cigarrillo. 
 
Así cada mañana, hasta que movido por la curiosidad, un día le preguntó: la iglesia del barrio se abría a las 7 pero estaba abierta durante todo el día, no había que ir tan temprano; porque venía tan pronto. Y además aquel cigarro… La respuesta del hombre lo sobrecogió: vengo a “echar el primer cigarro del día con mi Amigo, con el Señor”.
 
Con esa sencilla respuesta le hizo ver al cura la profundidad de la oración de aquel albañil sencillo, que antes de subirse cada día al andamio, pasaba por la Iglesia a hablar con el amigo. Buena lección para aquel cura, y yo creo que para todos nosotros.
 
Pero queridos lectores, no quiero terminar estas líneas sin hacerme eco del importante acontecimiento que estamos viviendo aquí en Roma. Como os comentaba en un artículo anterior, hace algunos meses, en la iglesia de Málaga nos preparábamos para celebrar fiesta por la canonización del obispo don Manuel González, “el obispo del sagrario abandonado”. 
 
Pues este domingo, 16 de octubre, es el día elegido por el santo padre para elevar a los altares al que fuera obispo de nuestra diócesis. Este sevillano de padres antequeranos, también buscaba en el Amigo a quien le ayudara en su ingente tarea evangelizadora. 
 
Siempre con el amor a Cristo Eucaristía por bandera, fue el constructor del Seminario de nuestra diócesis y el impulsor de la renovación de la formación del clero durante su pontificado. Quería formar “evangelios vivos con pies de curas”, “pastores buenos” a imagen de Cristo, Buen Pastor.
 
Disfrutemos del regalo que supone para nuestra Iglesia particular, para que con su ejemplo y su intercesión podamos seguir creciendo en la amistad con el Señor en la Eucaristía. Pidiendo por ello y por todos vosotros en la celebración que vivimos de la canonización, en la plaza de San Pedro, permitidme que termine invocando al nuevo santo: San Manuel González, ruega por nosotros. ¡Feliz domingo. Que Dios os bendiga!  
 
padre Juan Manuel Ortiz Palomo 
 
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