Queridos paisanos, Dios se ha llevado a un hombre volcado con su tierra y que ha hecho de ella baluarte de su amor, trasmitiendo a generaciones la importancia del orgullo, de sentirse antequerano. Erudito y apasionado de la historia de su tierra, Ángel Guerrero Fernández es pieza fundamental de este monumental municipio malagueño, donde la piedra se hace arte de forma natural y donde las iglesias y conventos te hacen sentir que existe algo más duradero y eterno que la propia vida.
Ángel fue un hombre bueno, honesto y fiel a sus principios de caballero de honor, eso que hoy parece tan trasnochado para una mayoría, independientemente del cargo que se tenga. Jamás se quedó antiguo, estuvo con los tiempos que le tocó vivir, pero sin perder esos valores que deberían ser eternos, pase el tiempo que pase. Fue un “quijote” en su amor por Antequera, a su manera, discretamente, con decoro sin intentar dañar, pero diciendo lo que creía y sobre todo, siendo fiel a sí mismo que es la única manera de saber respetar a los demás, aunque no se compartan las mismas opiniones.
Nos conocimos cuando yo tenía unos 17 años y desde el principio me alentó mucho a continuar con mi arte. Con el tiempo nos hicimos grandes amigos y hemos compartido muchas conversaciones en directo y telefónicas. El presentó magistralmente mi cartel de la Feria de Antequera del año 2005, o el de Santa Eufemia ese mismo año, entre otras muchas cosas.
Ha vivido para su familia y para la información contra viento y marea por mantener “El Sol de Antequera”. No se puede dar más a un pueblo a través de los años que le toco vivir con cambios tan rápidos y vertiginosos. Con las incomprensiones y traspasos de políticas y ya al final, con unas piernas que se resistían, pero con un corazón tan apasionado, que le hacía olvidar los dolores y no sólo los físicos. Y es que como dijo Jesús “nadie es profeta en su tierra”. Por eso me sentí muy feliz a pesar de la tristeza que provoca la muerte de un ser querido. Ver a Antequera rendida en su funeral en la iglesia de San Sebastián.
Las flores fueron tan protagonistas como su propia muerte, con ellas se palpaba el respeto y la consideración y dieron un colorido al altar que más que un funeral parecía una boda. No pude por menos recordar que hacia tan solo unos pocos meses, le había visto renovar sus votos matrimoniales con su amada esposa María Teresa y rodeado de sus hijos, familiares y amigos. Bodas de oro a modo de preámbulo para una despedida sin retorno.
Desde esta tribuna quiero rendir mi homenaje más entrañable y sincero a mi amigo Ángel, al que pude inmortalizar en un retrato sorpresa que le ofrecí en su último cumpleaños. Un retrato en el que puse todo mi saber, cariño y en el que espero siga viviendo, para todo aquel que lo contemple. Mi abrazo para siempre, querido Ángel Guerrero.