19 de enero, un día que muchos antequeranos recordarán por despertarse con una nevada preciosa para la ciudad, para otros será un día más en su memoria, pero para los que como yo celebraban su cumpleaños, será un día para marcar en rojo para siempre.
No es normal escuchar a tu marido a las siete de la mañana corriendo de un lado a otro, y es que la noticia estaba fuera, estaba nevando. A partir de ahí, lo que habría sido un día medio normal se convirtió en caos informativo desde primera hora de la mañana.
Prisas con el móvil, fotos, vídeos en las redes, múltiples mensajes en el whatsapp y una pequeña de casi 22 meses con mocos por todos lados. Esas fueron las primeras horas, que tras visita a la pediatra, antibióticos, pañuelos y una cara asombrada pegada al cristal de casa al ver aquello blanco que caía del cielo, se fue solo la mitad de la mañana. A partir de ahí, pueden hacerse una idea de lo que fue mi día.
Cuando surgen noticias que no tienes previsto las prisas van en aumento minuto tras minuto y cuando estás sola en la Redacción, todo se multiplica. Pero le sumamos además que nuestros compañeros estaban en Madrid, en el otro núcleo de la noticia donde Antequera se promocionaba al turismo. Más trabajo.
La actividad nos llevó a comer a las prisas en un sitio cercano y no poder ver a mi pequeña hasta casi las ocho de la tarde. A pesar de todo, cuando llegué por ella me encontré con una pequeña tarta, globos y chuches en una fiesta de cumpleaños improvisada con la que me sacaron la sonrisa a un día frenético que con toda probabilidad recordaré para siempre.
Pero aún hay más, los mensajes y llamadas para felicitarme de familia y amigos, muchas de las cuales tuve que dejar pendiente para la noche porque fue imposible atenderles antes.
Entre todos, el trabajo, familia, amigos y sobre todo, mi pequeña y marido, hicieron que el día no estuviera tan mal.
Los días previos no fueron los mejores, a veces le doy demasiado vueltas a las cosas, pero es que sin esperarlo, a aquellos que echaba de menos horas antes, me mandaron su regalo desde el cielo convertido en nieve que me llenaba de alegría al sentirlos cerca y decirme a su manera desde la lejanía: ¡Feliz Cumpleaños Lorena!