El horror se apoderó de muchas personas en la noche del miércoles 3 de mayo. Sin saber cómo ni por qué, sin saber qué sucedía, cómo solucionarlo y sin encontrar respuesta, en España miles y miles de personas se quedaron sin WhatsApp. Una catástrofe en toda regla y de la que yo ni me enteré hasta la mañana siguiente cuando vi los comentarios en las redes sociales de mucha gente que no sabían muy bien qué hacer.
¡Menuda chorrada! Pensé. Y seguro que numerosas personas que me rodean estaban con verdadera angustia, sin poder comunicarse, sin poder hablar, sin poder mandar esos mensajes abreviados y llenos de faltas de ortografía. Al día siguiente en las noticias y programas de entretenimiento la noticia salía y con ello, numerosos chistes y esos “memes” que demuestran el ingenio que tienen muchos y también de paso, el tiempo libre del que disponen.
¿Saben la de cosas que se pueden hacer en esas tres horas sin ese genial servicio de mensajería instantánea? Muchas. En mi casa por ejemplo estábamos disfrutando de nuestra pequeña y sus risas mientras veía por enésima vez la película “Gru 2. Mi villano favorito”. Además de poder disfrutar de una buena película, una buena lectura, un rato de música, una rica conversación con la persona que tienes al lado. Una llamada de teléfono para decir lo que no se podía decir por escrito. Un rato en silencio. Un ratito más durmiendo.
Todas esas cosas y mucho más es lo que nos perdemos a diario con estar tan enganchados al móvil, a las aplicaciones, a los mensajes, a los vídeos absurdos, a los montajes, al cotillear sobre la vida de los demás, a no tener vida y meternos en lo que nadie nos llama. A no tener vida fuera de eso. Ojalá, esas tres horas pasen todos los días y durante más tiempo, así todo irán mucho mejor.