Llega el IV Domingo de Pascua con el Santo Evangelio según San Juan, donde “En aquel tiempo, dijo Jesús: «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas”.
Jesús destaca la relevancia de ser pastor de ovejas, como destacó y resumió muy bien el propio Papa Francisco el Jueves Santo de 2013 que pidió a los sacerdotes “ser pastores con olor a oveja” y pescadores de hombres”.
“Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo; ésta es una prueba clara. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la Misa con cara de haber recibido una buena noticia.
Nuestra gente agradece el Evangelio predicado con unción, agradece cuando el Evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe”.
Un mensaje también ampliable a los seglares, a todos los que formamos la Iglesia. El Evangelio de este domingo sigue narrando: “A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
No solo los sacerdotes, los catequistas, los hermanos mayores, los padres en las familias, deben seguir el ejemplo del buen pastor. El propio Jesús lo subraya en el Evangelio de este cuarto domingo de Pascua: “Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
La imagen del buen pastor no es una alternativa más, sino como alguien que respeta y ama a cada una de sus ovejas, de su rebaño, de la vida del día a día de los cristianos. El problema radica en los “pastores” falsos que no nos llevan a seguir los pasos de Cristo, sino en otros que buscan todo lo contrario, como si fuera un nuevo becerro de oro.
Hoy en día, nos dejamos llevar por futbolistas, por políticos, por artistas, por comunicadores que enaltecen una vida de postín, de ficción, irreal cuando no están delante de las cámaras. Estos no son buenos pastores, sino falsos, pero los seguimos como borregos.
Buscamos pastores que nos dejan ciegos, sin voz, sin escuchar lo que pasa a nuestro alrededor. Nos ofuscamos por un penalti, por una derrota, por un comentario, pero nos quedamos quietos ante los recortes en Educación o Sanidad, ante las persecuciones de hoy en día, ante los malos tratos e injusticias.
Si queremos ser pastores, debemos seguir la Palabra de Dios, como el buen pastor, dejando de ser borregos como la vida del siglo XXI nos está llevando. Las lecturas de este domingo nos ayudan a reflexionar y como decía el Papa: ¿Tú que eres un pastor que huele a oveja o un pastor que huele a funcionario administrativo, alejado del pueblo, de la realidad de tu día a día en tu vida de cada día?