· Primera lectura: Isaías 55, 10-11
· Salmo responsorial: Salmos 64: “La semilla cayó en tierra buena y dio fruto”
· Segunda lectura: Romanos 8, 18-23.
· Evangelio: Mateo 13, 1-23.
Queridos hermanos en este fin de semana nos encontramos con una luz que brilla con fuerza al partir en dos el mes de julio. Me refiero a nuestra madre del Carmen, cuya fiesta celebraremos en el domingo. Ella es la mejor poesía que salió de labios de Dios, la suave brisa del monte Carmelo, que quiere refrescarnos en el sofoco del calor del estío.
Pues con esa presencia festiva de la “Llena de Gracia”, continuamos celebrando nuestra fe, como los cristianos hacemos cada vez que llega el domingo. En otras ocasiones os he señalado como Jesús recurre con frecuencia a ejemplos de la agricultura, a las cosas del campo, para explicar los “secretos del Reino”. Y así lo encontramos en el texto del evangelio dominical.
Pero en el mismo la explicación, la homilía, no la tendríamos que hacer los curas, ya que está dentro del propio relato del evangelio de labios del Señor. Es de las pocas parábolas en las que el propio Jesús explica en profundidad a sus discípulos, cuándo vuelven todos juntos a casa el sentido de la misma.
Es la parábola del hombre que salió a sembrar, la parábola del sembrador. De todos los trabajos del campo, este es uno de los más difíciles a la vez que tiene dentro de sí una gran dosis de esperanza: se sale a sembrar, se derrama la semilla sobre la tierra con la esperanza de que esta pueda dar mucho fruto, pero sin ninguna seguridad de que eso sea realmente así.
Bien lo sabe Jesús. Lo ha visto hacer muchas veces en los campos que rodean al pueblo donde vivía en Galilea. Y es el ejemplo que toma para explicar que la semilla que se pone en el “campo” del mundo no es un poco de cereal sino la propia Palabra de Dios. Esa es la semilla que cae en nuestro corazón. Y nuestra gran tarea es conseguir que nuestro corazón sea un trozo de tierra buena, que pueda acoger la Palabra y de este modo pueda dar fruto de vida.
Porque como explica el propio Jesús, no basta con la mera buena intención. O con escuchar esa palabra sin dejar que nos convierta en profundidad, de verdad, al amor de Dios. Esta realidad es la que va repartiendo el propio Jesucristo como sembrador, y tantas veces lo único que encuentra es un montón de piedras de “egoísmo” en lugar de tierra.
Tampoco cuando estamos metidos en multitud de historias, en medio de tantas luchas, que como las zarzas, crecen, nos rodean. Y lo peor, nos impiden el desarrollar nuestras buenas acciones, nos ocupan en tantas cosas urgentes, que dejamos atrás lo único importante, el amar a Dios y a los hermanos.
Pero, como también os decía, al principio, la siembra está preñada de esperanza. Cuando la semilla encuentra tierra buena, muere en ella para llenarla de vida, para llegar a dar el 30, el 60 o el ciento por uno.
Mirando a la historia de la iglesia vemos muchos ejemplos. Y lo mejor. A pesar de las dificultades, todavía hay muchos lugares donde la fe sigue floreciendo con sencillez pero con esa fuerza que es capaz de cambiar la historia de los hombres para siempre multiplicando la fe.
Ojalá seamos capaces de sumarnos a esa fuerza de amor que nace del mismo corazón de Dios. Feliz y santo fin de semana para todos. Que Dios os bendiga.
Permitidme terminar esta reflexión, la primera dentro de la celebración del Centenario del periódico en el que semanalmente nos llega la información de nuestra ciudad, con unas palabras de felicitación a este medio.
Es verdaderamente una alegría poder participar de este “Año Jubilar”, el poder colaborar con quien ha sido testigo de la vida y las noticias de nuestra ciudad, a lo largo ni más ni menos, que de el último siglo.
Seguro que habrá ocasión a lo largo de la celebración de poder participar en los diversos actos. Pero sobre todo el poner las bases de muchos años más de información y servicio a nuestra querida Antequera, el seguir escribiendo la historia viva de nuestra ciudad.
Muchas gracias y muchas felicidades a la “familia” de El Sol de Antequera.
padre Juan Manuel Ortiz Palomo