Aunque en muchas ocasiones nos parezca insuficiente, creo que el interés de los antequeranos por su patrimonio cultural –por diversos motivos– es sobresaliente: Sin duda, muy superior al de otras ciudades que pudieran ser parangonables.
Feliz prueba de ello es que, tras el surgimiento y consolidación de las redes sociales, la agrupación ciudadana con mayor número de miembros en Facebook es la extraordinaria “Cosas Antequeranas que se han perdido con el tiempo”. Formada por 6 millares de interesados en nuestro pasado (¡un 14 por ciento de nuestra población!), en ella se mezclan opiniones de los historiadores más apasionados de nuestra ciudad con grandes aficionados a nuestra cultura versando interesantes comentarios y datos cohesionados, todos ellos, con opiniones y recuerdos personales de todos sus componentes, de amplio espectro en cuanto a formación e intereses.
Pero, si bien resulta evidente el interés natural y espontáneo que por nuestro patrimonio tenemos, la única crítica constructiva posible –aplicable a mí mismo en primer lugar– es que debiésemos tornar esa nostalgia evidente y palpable que profesamos por nuestra historia en una activa exigencia de que nuestro patrimonio, el que aún nos queda, no se siga perdiendo. La nostalgia debe tornarse activismo: Ver todo lo que hemos perdido con inconsciente letargo reivindicativo debería ser el mayor estímulo para vindicar que no siga ocurriendo.