sábado 28 septiembre 2024
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26 de noviembre: Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

· Primera lectura: 

Ez 34, 11-12, 15-17.

· Salmo responsorial: 

Salmo 22.

· Segunda lectura: 

1Co 15, 20-26. 28.

· Evangelio: Mt 25, 31-46.

Con esta Solemnidad, llegamos a la última semana del tiempo ordinario de la Iglesia; ese tiempo en el que –como su mismo nombre indica– hemos contemplado la vida normalísima de Jesús en la tierra. En este último domingo, la Iglesia quiere rendir homenaje a su Fundador con la aclamación como Rey del Universo.

Jesucristo es Rey. Él se sienta sobre un trono de gloria y de misericordia. Precisamente hace un año (20 de noviembre de 2016), concluíamos el Año de la Misericordia, convocado por nuestro querido Papa Francisco, con la finalidad de profundizar más en ese Corazón amantísimo que quiere reinar en nuestros corazones. Son muchos los regalos, los beneficios que –aunque no los tengamos todos en mente– hemos recibido y conservamos. Nos bastará hacer memoria, mirar en nuestro interior para descubrir que hemos mejorado en algo: una virtud, la práctica de un sacramento…
 
Centrándonos en los textos de la Misa de hoy, vemos que se pone de manifiesto el amor de Cristo Rey, que vino a establecer su reinado, no con la fuerza, sino con la bondad y mansedumbre del pastor (esa figura que tanto usó y que los primeros cristianos quisieron dejar impresa en las primeras pinturas en las catacumbas): Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro. Como un pastor sigue el rastro de su rebaño cuando se encuentran las ovejas dispersas, así seguiré Yo el rastro de mis ovejas; y las libraré, sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad (1ª Lect).
 
Y ese Pastor, el día del Juicio (Evangelio: Mateo 25, 31-46) nos dirá dónde nos vamos a estar por toda la eternidad, según hayan sido nuestras obras; obras de misericordia u obras de egoísmo; obras de amor al prójimo u obras de amor a nosotros mismos. 
Dios nos coloca donde nosotros libremente hemos decidido con nuestras vidas estar. Él no es un Dios justiciero. Nos ama tanto que respeta la libertad que Él mismo nos ha dado y no la va a recortar, no la va a eliminar en pro de una mal entendida misericordia. Eso sí sería injusto. La misericordia existe, pero si tú no quieres recibirla… Si no te reconoces pecador quiere decir que no la quieres recibir, quiere decir que no sientes la necesidad. A veces te puede costar entender qué te ha sucedido. 
 
A veces puedes ser desconfiado, creer que no puedes volver a levantarte. O bien prefieres tus heridas, las heridas del pecado, y haces como los perros: las lames con la lengua, te lames las heridas. Ésta es una enfermedad narcisista que lleva a la amargura. Hay un placer en la amargura, un placer enfermo. (“El nombre de Dios es misericordia”, Papa Francisco entrevistado por Andrea Tornielli). 
 
Pidamos que ninguno se encuentre en esa situación; que siempre tengamos la fortaleza y la humildad de aceptar –de amar– su misericordia. Decíamos que Dios quiere reinar en nuestros corazones. Él se acerca humilde, misericordioso, con los brazos extendidos, como los de ese padre bueno del hijo pródigo, esperando poder abrazarnos y decirnos “te perdono; déjame reinar en tu corazón para que seas verdaderamente feliz. Deja esos otros reinos, esos otros tesoros que se corroen con el tiempo y con el uso, y déjate empapar por mi Sangre redentora que derramé por ti hasta ver traspasado mi corazón”.
 
Cuando se lo permitimos, nos damos cuenta de lo cierto de esas otras palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas (cap.17, 20-21): El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros. No teníamos que buscar por ahí fuera, porque Él está en medio de nosotros. Pidamos con fe a su Madre bendita, Reina del Universo, que su Hijo reine en los corazones de todos nosotros y de toda la humanidad.
 
padre Mariano Amores   
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