sábado 23 noviembre 2024
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Algo se muere en el alma… cuando le cantan a una madre que emprende su “Camino” a la Aldea del Cielo

Se me va acumulando el bloc con preguntas que tendré que hacer el día en el que Santa Eufemia le diga a San Pedro que me abra las puertas del Cielo, si merezco tal premio de la Resurrección en mi día a día en esta vida. Una de ellas será la de Mari Loli,  un ejemplo de mujer, una madre, una hermana, una hija, una profesora, una luchadora…
 
Habría tantas cosas que decir de ella y de cómo se fue, que no sé por dónde empezar, y más tras todo lo que se ha dicho ya de ella. Allá voy. Capuchinos, iglesia y atrio repleto, silencio y respeto absoluto cuando el coche fúnebre llega. Se abre un tímido pasillo y una gran persona llega primero, solo, con la mirada alta, pero sin fijar la vista porque en esos momentos no sabes a dónde vas.
 
Luego se estrecha el camino, como en el Rocío, y entra el féretro con Mari Loli, y se postra a los pies del Altar Mayor, curiosamente ante el Niño Jesús que se adora y celebramos en Navidad. ¡Qué riqueza de signos en nuestra vida! Donde está la muerte, ahí está Jesús que nace cada año…
 
Acariciando la cruz del ataúd, una medalla, la del Rocío. ¡Con lo que se mueven las dichosas, no se movía ni un ápice ese momento! Es como si ella, la madre, la estuviera agarrando al lado del crucifijo hecho cruz que venía soportando con entereza. El silencio del luto se despierta con los cánticos de los amigos de la familia, de ella, la madre, y de él, el hijo, y entonan como pueden los momentos de la Eucaristía.
 
Y, tras tomar la Comunión, un grupo de fieles se desplazan al lado del coro y… ¡le cantan a la Virgen, como si estuviera en el Rocío, como a ella, la madre, le gustaba rezar siempre en forma de canción, a su Virgen de Almonte! Y es cuando el luto se transforma en forma de aplausos de la asamblea que quiere despedirse así de una madre luchadora, sufridora, que con tan solo 56 años deja a sus padres, a su hermana, a su Emilio… solos aquí en la tierra.
Mira que algunos lo hemos intentado, pero no habíamos comprendido lo que transmite la Madre del Rocío en su peregrinar a la Aldea. Hasta que una madre, la de Emilio, se tuvo que ir a hacer su camino y sus amigos la despidieron como si de la Madre del Cielo fuera… 
¡Con lo que ha tenido que sufrir el joven niño que creció sin padre, ahora va y se queda huérfano de madre, sin su Mari, sin su Mari Loli, sin su apoyo, sin su todo…!
A quienes la amaron, la conocieron, la trataron, ahora les queda la fe, la esperanza y seguir con el amor, y creer en la magia, como la del Rey Melchor, quien al llegar a la casa de la madre, no tuvo reparo de ponerse en pie, mirar al Cielo, en la noche que la estrella de la Navidad marcaba el nuevo camino: el del Rocío… donde están ya sus dos madres.
Aplausos en vez de llanto, recuerdos, en vez de melancolía, cánticos rocieros en vez de notas fúnebres, son los que su familia les dedica, en una nueva muestra de amor de cómo era ella, María Dolores Arjona Clavijo.
Seguramente, al llegar al fin de su camino, antes de ponerse a los pies de su Virgen del Rocío, le habrá dicho: “¿Has visto qué niño más guapo tengo?”. Y cuando esté viendo el dolor de su pérdida, será la primera que les ponga el brazo en el hombro y les invitará a rezar cantando a la Virgen del Rocío.
Que el Pastorcillo Divino que te guió en el Nuevo Año, siga siendo la luz de esperanza en tu familia, en tu Colegio del Reina Sofía, en tu nuevo trabajo de estar con los niños faltos de amor, en ser Cirineo de quienes empiezan a soportar cruces como la que tú llevaste sin que no se notara.
¡Gracias por ser ejemplo de lucha, de fuerza, de alegría, de madre, de cristiana, de devota, de maestra… y sigue cuidando de su hijo y de los tuyos, allí ya en la Aldea del Cielo, la que tanto buscaste en tu peregrinar!
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