¿Desde dónde me miras, inocente?:
Son dos tus negras simas con un pasmo
bajado de la estrella. Dime, a dónde
me lleva tu reclamo, ¿más allá
de esta luz? De dentro a dentro
me abismo (son tus ojos,
tirándome a la mar); experimento
tu don ¡vértigo santo!
Si digo: Al aire arriba,
me quedo corto ¿Al tiempo?:
Tus ojos me remiten
a un Fuera eterno (Eterno),
que estuviera
-¡mínimo corazón!- ya en tu carita.
Mi almita: ¡Qué regalo
de Navidad el maná de tu inocencia!