Siempre se hace triste recordar el vacío que nos dejan los seres queridos, máxime cuando toda su grandeza se refleja en una intensa añoranza revestida de la más gélida ausencia.
Aunque nos dejó hace tiempo, mi padre habría celebrado en estos días su cumpleaños y como tantos otros, vienen a recordarse desde su ejemplaridad al decirnos que “la vida no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa”. Quería dedicar estas líneas a la memoria de todos esos padres –ya ausentes– que lo dieron todo para que en sus casas estuvieran presentes los valores que han conformado la sociedad aventajada que hoy disfrutamos.
Hombres abnegados y sencillos, pero curtidos en la mayoría de los casos por una árida niñez asociada a las dificultades de una posguerra acontecida después de años con tanto sinsentido. Esta sociedad de consumo que nos embauca parece querer desmontar todas sus enseñanzas. Contrapone la suerte de poder disfrutar lo que se consigue con esfuerzo y ahorro, frente a la imperante sensación de infelicidad por la necesidad de gastar y endeudarse para poseer cosas. Algo hay que hacer porque este es el ejemplo que probablemente estamos dando a los hijos en la actualidad.
El maná que no cae gratis del cielo y una cultura del esfuerzo que se desmorona en pleno auge del consumo. Comodidad frente a la más pura abnegación o el propio tesón orientado a las metas. Escribía en el siglo XVIII el filósofo suizo Rosseau que “un buen padre hace por cien maestros” y las cosas por fortuna no han cambiado. Se dice que las personas grandes cuando mueren, dejan de estar con nosotros para estar en nosotros. Algo debe haber al respecto porque la familia siempre es la primera y la mejor de las escuelas.
Esos padres, a la vez maestros, que ya partieron son como faros lejanos para los marineros, pues su luz es guía y referencia de donde está la costa que no es sino la vida misma. Mágicas y resplandecientes atalayas que siempre hacen que puedas volver a pisar tierra firme y saber donde está el norte en cualquiera de tus propios caminos. Padres que no están, pero que tanto se añoran…