Domingo vigésimo tercero del tiempo ordinario. “Efatá”, que quiere decir “ábrete”. Con esta simple palabra contemplamos el pasaje de Marcos donde Jesús cura a un sordo y a un tartamudo con simplemente tocarlo, una revelación más de que Jesús era hombre y Dios, por su condición humana y por su poder de obrar milagros.
Buen evangelio que se nos presenta en este domingo para poner punto y final a la etapa de descanso veraniego. El lunes ya comienzan los primeros escolares de Infantil y Primaria, haciendo lo propio los de Secundaria en la siguiente semana. Y es un buen evangelio porque podríamos extrapolarlo precisamente a la vida de las comunidades educativas, donde los sordos y tartamudos pueden representar claramente la diversidad de alumnado que comenzará en breve sus clases, y Jesús, apodado “el Maestro”, cómo no, es cada uno de los maestros y profesores que acompañarán en este nuevo curso 2018-19 a los preferidos del Señor, donde se esforzarán por descubrir cuáles son las necesidades que cada uno presente, de manera individual y grupal, y que procurarán “sanar”, con el mejor de los quehaceres y dedicaciones, para que todos podamos vivir en un ambiente de perfecta equidad, en comunión, y lograr así forjar horizontes comunes que nos lleven a conseguir los objetivos perseguidos.
Por todo ello, es necesario que todos “nos abramos a un nuevo curso”, a una nueva aventura que debe ser apasionante y llena de experiencias, que hará que todos construyamos juntos el Reino de Dios en nuestras vidas, viviendo, creciendo y madurando en conocimientos y en nuestra fe en Cristo.