Último domingo del ciclo B. Celebramos la Festividad de Cristo Rey del Universo. Terminamos un ciclo y comenzamos próximamente uno nuevo, el ciclo C. Me contaba un profesor de la Escuela de Magisterio en una formación litúrgica que “quien va a misa todos los domingos durante tres ciclos completos, esto es, durante tres años completos, al final de este tiempo habrá escuchado toda la Palabra de Dios escrita en la Biblia”.
Curiosa manera de poder escuchar lo que Dios nos quiere decir, con el simple hecho de ser partícipes del regalo tan grande que Jesús nos dejó, tras su marcha, en la fracción del pan y del vino, sin necesidad de tener que leerla. Quizá sea un modo más catequético y evangelizador de poder disfrutar del regalo de la Palabra que Dios nos ha entregado.Como he dicho anteriormente, con esta festividad de Cristo Rey del Universo, ponemos fin a este ciclo B. Digámosle de otro modo para que todos lo comprendamos, el fin de un año de vivencia en nuestra Iglesia. Por tanto, si este próximo domingo terminamos este “año”, diríamos que estamos ante nuestra “nochevieja cristiana” y el próximo domingo, primero del nuevo ciclo y primero también del tiempo de Adviento, estaríamos ante el “Año Nuevo cristiano”.
En este “final de año” de nuestra Iglesia, el evangelio que se nos presenta da un salto respecto a los anteriores que estábamos viviendo del tiempo ordinario, ya que se nos presenta la escena donde Jesús, al ser presentado ante Pilato, se proclama como Rey. Esto es algo que no debería ser desconocido para los que vivían en el entorno de Jesús, ya que, como recordamos en las fechas de Navidad, tres sabios provenientes de países lejanos le hicieron tres regalos al Niño: Oro, Incienso y Mirra. Oro porque lo reconocían como Rey, incienso porque lo reconocían como Dios y mirra porque lo reconocían como Hombre verdadero.
Por tanto, aquel Niño que nació en un pobre establo, ya era reconocido en su condición de Rey, aunque “su Reino no es de este mundo”. Ciertamente, Jesús distaba mucho de los reyes que los pueblos de la época habían establecido, donde el hecho de que un pueblo tuviese rey, significaba que detrás había un fuerte deseo conquistador, dominador y autoritario, y la manera de imponerlo era mediante un gran ejército de hombres.
Pero, el Reino de Dios hecho hombre no era así: Jesús era Rey por condición divina pero las bases de su reinado eran bien distintas, basándose en el Amor a Dios y al prójimo, como pilares fundamentales para construir el Reino de Dios en nuestras vidas, en nuestros corazones.Por tanto, queridos lectores de esta columna seglar, ¡feliz nochevieja cristiana, feliz festividad de Cristo Rey y próspero inicio del nuevo ciclo!