viernes 22 noviembre 2024
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El decálogo

La Biblia nos dice que Moisés y su pueblo llegaron al desierto de Sinaí y acamparon frente al monte del mismo nombre. Allí, Dios se manifestó, habló con Moisés y le entregó el Decálogo.

 

Primero, Dios exigió a su pueblo que se purificara durante tres días. Entonces, tuvo lugar la teofanía o manifestación de Dios. Yahvé bajó de las alturas a la cima del monte Sinaí en forma de nube y fuego. Hubo fortísimos rayos y truenos, una trompeta sonaba sin parar y la montaña temblaba. Solo Moisés podía subir al monte a hablar con Dios y, después, también Arón. El pueblo debía acercarse a la montaña para contemplar cómo se manifestaba Dios, pero no podía subir; ni siquiera traspasar las lindes de su contorno, bajo pena de morir.

 

Moisés habló con Dios y Dios le respondió por medio del trueno. Vemos aquí que Dios se hace presente a su pueblo. Pero Yaveh, con la excepción de Moisés y Arón, mantiene las distancias respecto al hombre. No es posible dirigirse directamente a Él. También es un ser que, debido a su modo de presentarse, produce miedo, temor. La obediencia a Él y al decálogo que va a transmitir está basada en el miedo.Y Dios entrega a Moisés el Decálogo o Diez Mandamientos, que aprendimos en la escuela. Esbozaré unas consideraciones.El Decálogo es una alianza de Dios, a iniciativa suya, con su pueblo.

 

Dios se compromete a guiarlo, a cuidarlo y protegerlo. A cambio, el pueblo hebreo está obligado a cumplir esos mandamientos de Yaveh. Y es que Yaveh estableció una serie de alianzas con su pueblo. La primera fue con Noé, después, con Abraham, después, ésta del Sinaí por medio de Moisés y, finalmente, la alianza última y definitiva con toda la humanidad por medio de Jesucristo y su sangre.Este Decálogo y el siguiente código de la Alianza forman el núcleo del judaísmo, que obligaba al pueblo hebreo y, todavía hoy, está vigente para todos aquellos israelitas creyentes.

Para los cristianos, el Decálogo es una referencia indispensable en nuestra necesidad de amar a los demás, porque su incumplimiento nos aparta del amor al prójimo. Pero estos mandamientos son claramente insuficientes, dado que amar a los otros como Jesús nos amó, además de suponer el cumplimiento de esos preceptos con creces, nos lleva infinitamente más lejos en el camino del amor, la misericordia y el perdón.Y no olvidemos que el cumplimiento de esos preceptos no salva al cristiano. Nos salva la gracia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo y de los actos de amor, como establece el capítulo 25 del evangelio de San Mateo.

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