Si Oriol Junqueras tuviera el más mínimo volumen de vergüenza y de decoro no se habría pronunciado en el juicio al proceso como lo ha hecho. Todos lo vieron. Los catalanes asaltaron al Estado español y lo desafiaron cuando estaban más que avisados. Violaron la Constitución, provocaron a los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado con la puesta en marcha de numerosas urnas que Oriol Junqueras y los suyos (si tanto aman a España) debieran haberlas comprado en nuestro territorio.
Provocaron a los catalanes para que formaran ese espectáculo indigno de destrozar varios coches de la Guardia Civil. Es inadmisible que un grupo de cuatreros, desde Forn hasta Cuixá pasando por este impresentable de Junqueras, se presenten como mártires, como presos políticos cuando, ni más ni menos, son un grupo de asaltadores del Estado. Los abogados de la defensa, los mismos acusados, los jueces, los fiscales, sea quien sea, no podrán negar que octubre de 2017 quedará en los libros de Historia como el mes en el que España se vio en un escenario de referéndum ilegal y de declaración unilateral de independencia. Los acusados no van a estar en la defensa jugando con un castellano que les asquea, pero lo utilizarán para interpretar lo que ellos quieren, para remover conciencias. Espero que el juicio no se alargue en el tiempo.
De estar en mis manos, ante hechos más que probados (ellos hablarán siempre de la presunción de inocencia) dictaría sentencia en pocas semanas. A todos los acusados, les colocaba las urnas a modo de cepillo para recolectar el importe de lo que costó reparar todos los destrozos en esos días de su ansiada independencia. De esa forma se les privaría hacer un nuevo referéndum. No me voy a cansar de repetirlo.
En este país, donde algunos ya confunden el blanco con el negro y el amarillo lo ven verde, tenemos que llamarle a las cosas por su nombre. Los catalanes violaron la Constitución, jalearon a las masas y se enfrentaron a los Cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado. Hechos que todos hemos visto. Al igual que vemos el cinismo de un hombre, Oriol Junqueras, que se atreve a decir en el juicio que está emocionado por verse privado en estos meses de hablar. Solo le ha faltado sacarse un pañuelo con la bandera de España para secarse unas previsibles lágrimas de emoción. ¡Por favor, que termine el circo!