Los son. Me refiero a los ambientes varios que se generan tras unas elecciones coloristas desde luego. Sólo tenemos que mirar el mapa de España en las pasadas elecciones municipales. Con extraordinaria técnica puntillista se dibujan estos espacios. Puntos azules, otros azules más claros, morados pocos, verde oscuro, amarillo, naranjas, grises, rosas salmón, verde agua y rojos intensos.
Pues esto es la política, aunque algunos políticos piensen que es otra cosa, un llamamiento a entenderse en bien, pues la ciudadanía lo ha votado ¿no es así? Curiosamente, volviendo a la técnica del puntillismo, los experimentos físicos ya habían probado que la mezcla de colores acaba ensuciándolos y desemboca trágicamente en el negro y no queremos un fundido en negro, ¿a qué no? Los colores que no se ensucian que se ven nítidos y a cada cual lo suyo, necesitan una amplia mirada óptica, diáfana, no mezclada sin ton ni son. Así todos contribuyen a crear una obra de arte. Mezcla de pigmentos en pintura, mezcla de tendencias políticas en nuestro mapa.
Eso sí, el puntillismo requiere un ojo inteligente, disciplinado que detecte y de a cada color lo suyo sin mezclas farragosas y antinaturales, por muy artísticas que parezcan. Seurat está considerado como un extraordinario exponente de esta técnica, el puntillismo. Aplicación metódica y paciente de los conocimientos. ¿Lo ven? Igual que en política. Clarividencia y conocimiento de las necesidades de los pueblos, de cada punto por muy pequeño que sea, por muy apartado que esté de los demás.
Los grandes se hacen notar no por su extensión pictórica, sino porque nos los plantan delante con mucha pompa y boato las distintas fuentes informativas con sus micrófonos de colores varios que llegan a formar una amalgama de comunicación que a veces, emborracha el verdadero tono del discurso o tal vez, porque no decirlo, lo enmascara, con lo que nos llega un mensaje de color difuso o tan contundente que nos deslumbra si no tenemos gafas de sol para defender nuestro territorio. A negociar.