Se atribuye a San Agustin (354-430) la conocida frase de “obedece más a los que enseñan que a los que mandan” cuestión que no hacía sino atribuir la profesión del docente el reconocimiento por su importante papel en la sociedad. Ya el latín aclaraba la circunstancia de que en la antigua Roma la palabra magister y el adjetivo magis (más que) señalaba a las personas que destacaban del resto por sus conocimientos o habilidades, mientras que minister de minus (menos que) se destinaba a las personas subordinadas o sirvientes, sin apenas experiencia que hacían los encargos más elementales.
No deja de ser singular, pero de la primera, surge el término maestro, mientras que de la segunda, ministro. Es curioso, pero aquellas sociedades que a lo largo de la historia más han valorado la labor de sus maestros son las que siempre han estado a la vanguardia y han aportado mejores expectativas de futuro en el devenir de sus ciudadanos. Dignificar la tarea del docente es algo primordial en los tiempos que vivimos porque los maestros construyen personas y almas con el uso de herramientas intangibles –entre ellas la palabra– que son capaces de despertar la atención, la curiosidad y la creatividad en sus alumnos para poder así llegar al conocimiento. Hace pocos días, al jubilarme, he cerrado una etapa en mi vida después de más de treinta y cinco años dedicado a la enseñanza, casi toda ella en la educación de adultos.
Me siento muy orgulloso de la profesión docente, de los compañeros con los que he compartido claustros y si cabe, muchísimo más del alumnado que he tenido en todo ese tiempo. No quiero dejar de señalar que me entristece el hecho ver cómo de esta bella profesión sólo sea noticiable aquellas circunstancias que la dañan: un grano de arena insignificante en una enorme playa que son los procesos educativos.
Agria sensación la que se experimenta en un adiós, pero quien no iba a aprovechar esta magnífica atalaya que es El Sol de Antequera, para dar las gracias a los compañeros y a todo el alumnado del Ceper Ignacio de Toledo por haber hecho posible que el acto de esa despedida haya sido alegre a la vez que noticia en distintos medios de comunicación entre ellos Canal Sur. La deuda que siento con todos ellos se ha acrecentado al ver allí a mi madre comprobando tanta muestra de cariño hacia su hijo. Confieso que recordé en ese momento al escritor Andy Rooney cuando afirmaba “la mayoría de nosotros apenas tenemos cinco o seis personas que nos recuerdan, mientras que los maestros tienen miles de personas que los recordarán el resto de sus vidas”. Ése es el verdadero e imborrable tesoro de cada docente. Viene a ser como un eterno hasta siempre.