Las palabras que digas hoy deberían ser suaves y tiernas pues puede que mañana debas tragarlas. Pivoto sobre la anterior frase para entrar de lleno en el campo electoral que se nos echa encima. Después del hartazgo que han supuesto las apariciones televisivas de los gobernantes durante todo el período estival, sin llegar a acuerdos y conduciéndonos a unas nuevas elecciones, nos encontramos con un campo de nuevo abonado con los mismos materiales y, lo que es peor, con más gente a la que dar de comer, es decir con más partidos.
La presencia de Íñigo Errejón en la cadena de Mediaset, en la noche del martes día 8 de octubre frente al periodista Pedro Piqueras dejó una sensación no agridulce, sino de ver frente a frente a todo un jeta que decía iba a acabar con la casta. Ni corto ni perezoso, Errejón se atrevió a decir que su partido, Más País, era más que necesario porque los resultados deben ser diferentes y para ello tenía que haber opciones diferentes. Eso mismo dijo cuando estaba pegado a la lapa de Pablo Iglesias que lo acabó fulminando por aquello de que en España la envidia es el pecado nacional.
Errejón, tratando de convencer, no sé a quién, sin sentido del ridículo, dijo que debía haber una cultura de acuerdos que permitiera primar el interés de España por encima del interés de los partidos. Eso mismo debiera haberse planteado cuando se unió a Iglesias y a toda la casta que le acompañaba en la creación de Podemos. Entre ellos mismos se lo han guisado y se lo han comido. Por si fuera poco, sin el más mínimo de los complejos, en una clara actitud de un gobernante que ha aprendido bien el concepto de despotismo y no se avergüenza de practicarlo, expuso que atravesábamos unos momentos donde no importaba quien rompía más platos sino quien pagaba los platos.
Pedro Piqueras, sin complejo alguno lo tendría que haber echado del plató. Errejón, una vez más, como viene haciendo Pablo Iglesias, se mostró cínico, hipócrita, desconociendo unos mínimos de ética y moralidad y tal vez, quien sabe, lo más sensato que dijo fue que debía apostarse por la economía digital y el cambio climático. Algo que ha debido aprender de Carmena a la que alabó sin cortapisas, diciendo que no se podía comparar con ella. Lo mismo, con un tono más suave, dijo en otro momento de Iglesias y hoy se sacuden a guantadas porque a la izquierda en España siempre le soplaron los mismos intereses.