Cientos de mensajes de Whatsapp llegan a mi móvil a diario: buenos días, buenas noches, buenas tardes, chistes, órdenes de trabajo, citas de entrevistas y conversaciones con amigos y familia.
Entre todos ellos se cuelan los menos deseados. Ya sean de un bando político o de otro, una se cansa ya del sesgo continuado que existe en la información que unos y otros vierten de manera indiscriminada en las redes sociales e internet. Ante todo ello, me sorprende que muchas personas se crean a pies juntillas lo que se escribe por ahí sin mirar, si es cierto o no, sin buscar la verdad y la autenticidad.
El Periodismo tiene mucha culpa de ello. Hemos dejado de preocuparnos por el ciudadano, por sus auténticos problemas, para centrarnos en lo que la clase política quiere que veamos, para así comenzar los dimes y diretes que soportamos a diario.Perfiles creados de la nada, temas de debate que surgen e imponen para que se cuelen en nuestra vida y ahí, crear una crispación inventada.
Y además, con todo ello, los políticos han cogido la dichosa manía de creer ser los informadores que nosotros somos. Ellos creen ser los medios de comunicación y decir lo que es o no es noticia.
Me pregunto ¿cómo hemos podido dejar que esto pase? Los periodistas tenemos gran parte de culpa, cuando nos hemos dejado llevar y doblegar por sus órdenes, por el miedo a desaparecer, por el miedo a tener que cerrar las puertas.
Creo más firmemente que nunca en que el Periodismo debe ser de los periodistas y no de los que rigen o mandan. Cuando intentan callarnos, cerrarnos la boca, ‘mandarnos a la nevera’, lo único que consiguen es cerrar las puertas a la Democracia.
Así que en los próximos mensajes que difundan por WhatsApp, por favor, averigüen si son reales.