Cada ciudad tiene un rincón, un museo, que no está en primera fila de la oferta turística, pero que es imprescindible visitar y que forma parte de esos rincones misteriosos que el visitante se pregunta: “¿Y cómo es que no lo recomiendan y promocionan más y mejor?”. Uno de estos lugares en Antequera es el Museo Conventual de Las Descalzas de Antequera. Se trata de la aportación de las religiosas a la red de museos local, adaptando sus dependencias para que el turista pueda admirar su patrimonio religioso-artístico.
En conjunto exponen lo que aporta la Iglesia a Antequera: un templo para venerar al Señor, un ejemplo de vida en las religiosas descalzas y un museo para todos de sus piezas religioso-artísticas que conservan desde su fundación, allá por 1632. A finales del siglo XX, comenzaron la construcción de hoteles y la adaptación de museos para reclamar lo que se venía haciendo desde siempre: difundir la riqueza histórica y monumental de la ciudad. Con el asesoramiento del que fuera alcalde y director general de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, Jesús Romero Benítez, las religiosas promovieron la adaptación de parte de sus dependencias en un museo visitable que abrió sus puertas en 1999.Se accede por una puerta anexa a la principal de la iglesia donde la visita comienza por la nave eclesial donde se puede apreciar uno de los mejores lienzos que existen en la ciudad: “Virgen con el Niño y santos” de Pedro Atanasio Bocanegra del siglo XVIII.
A través de la antigua sacristía, empieza la visita propia al reclamo en sí en la nueva sala de exposiciones temporales, una nueva apuesta por rotar su colección y mostrar obras de artistas. Ya en su recorrido, se pueden admirar imágenes, cuadros, piezas de platería, grabados, documentos y un magnífico Nacimiento de la talla de artistas tales como: Antonio de Torres, Pedro de Mena, Andrés de Carvajal, Antonio Mohedano, Nicola Fumo, Antonio de Alcántara, Manuel Chili Caspicara, Francisco Salzillo, Pedro Duque Cornejo, Antonio del Castillo, Diego Márquez, Luca Giordano o los hermanos Pepe y Jesús Romero.
Es obvio que con solo citar los nombres de los grandes personajes de diferentes épocas, sepa de la calidad de las obras, dignas de cualquier museo de primer orden de cualquier ciudad que se precie en el mundo del Arte. Pues todas ellas las puede ver en una visita monástica como si entrara en un túnel del tiempo donde podrá rezar ante el Sagrario en la iglesia que permanece abierta al culto; entrar dentro de un museo como si fuera una monja más, al mostrar una arquitectura que sigue con el esquema de las dependencias del interior conventual.Como ellas mismas exponen: “El Museo, ese lugar que hemos abierto como «Oasis del espíritu»: no es un museo más, sino un itinerario de fe que ponemos a vuestra disposición. Y una segunda parte que abarca nuestra vida: quiénes somos, qué hacemos, nuestras celebraciones, las pequeñas cosas de cada día. Esperamos que sea de vuestro agrado. Dios os bendiga a todos”.
Ya sabe qué hacer: acudir a él, situado a unos metros del Museo de la Ciudad, en la Plaza de las Descalzas, donde le aguarda un tesoro hecho museo, en el que al terminar, puede también dejarse llevar por sus ricos postres conventuales que guardan recetas ancestrales, mantenidas con el sabor de siempre y con la religiosidad de esta ciudad.