viernes 22 noviembre 2024
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Libros, librerías, libreros

Entré uno de estos días en una librería del centro de la ciudad, concretamente  en la Alameda. Es cierto que me gustaría poder decir que me guarecía de la lluvia, pero ésta se resiste y lo que pudiera haber sido un momento bucólico y muy novelesco, no se transforma en tal,  pero me permite saludar enseguida a José Antonio Ruiz el director de la misma, de librería Luces estoy hablando. Libreros de siempre y de ahora. Él está encantado en su nueva ubicación.Precisamente es el ahora  el que me ha llevado a la acera  en la que se muestran con claridad la nueva situación.  “Ya hemos salido de la oscuridad” me comenta,  han sido cuatro años de oscuridad por las obras del metro. 

Entré uno de estos días en una librería del centro de la ciudad, concretamente  en la Alameda. Es cierto que me gustaría poder decir que me guarecía de la lluvia, pero ésta se resiste y lo que pudiera haber sido un momento bucólico y muy novelesco, no se transforma en tal,  pero me permite saludar enseguida a José Antonio Ruiz el director de la misma, de librería Luces estoy hablando. Libreros de siempre y de ahora. Él está encantado en su nueva ubicación. Precisamente es el ahora  el que me ha llevado a la acera  en la que se muestran con claridad la nueva situación.  “Ya hemos salido de la oscuridad” me comenta,  han sido cuatro años de oscuridad por las obras del metro.  

Estanterías llenas de libros. Qué fantástico sitio. Siempre me ha gustado este lugar por varios motivos, el primero porque en él viven mis libros  y el otro es que su trato acogedor es cálido y profesional.  Me acerco al nuevo escaparte para ver desde dentro lo que hace unos instantes he visto desde fuera.

Ordenados unos volúmenes, apilados otros, te invitan a tocar oler, sentir.  Así me  llama El laberinto de los espíritus de Zafón, escaparate dentro de escaparate,  que se mezcla tan alegremente con La lluvia de Luis Landero, un preciosista fabulador como siempre ha sido. Relato magistral, que quieren que les diga.De repente tengo la necesidad de tocar la melancolía intimista de Muñoz Molina o lo que es lo mismo caminar la tristeza de la soledad  que se acurruca pesimista en Tus pasos en la escalera. Todavía recuerdo cuando encendía la luz de la mesilla de noche para seguir leyendo Un invierno en Lisboa. Y es que esta novela me tenía totalmente abstraída con su ritmo trepidante y seguro.  En fin, comienzan a caer las primeras gotas incrédulas de lluvia y yo no tengo paraguas así que tan sigilosamente como entré me marcho llevándome conmigo el olor a tinta, a papel y a sabiduría.

Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel.
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