Brota la Eucaristía, porque Él tomó pan. “Tomó pan, pues no hay materia que una en sí tan claramente la creación y el trabajo del hombre, que el pan”. Y pronunció la acción de gracias. En cada Eucaristía deberíamos revivir este sentimiento: acción de gracias; su mismo nombre: eu-jaris, lo significa. Por eso, hemos de dar gracias a Dios que nos ama y acompaña siempre con el amor de Jesús, el que en cada eucaristía se hace acción de gracias al Padre por nosotros y con nosotros. Por lo que el espíritu de gratitud –aunque tengamos que soportar cruces–, tendría que ser el aire de nuestra vida. ¡Qué mejor ocasión que esta Semana Santa tan especial por el coronavirus para reflexionar.
Y dando gracias, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos… Jesús da gracias y bendice, parte y comparte. ¿Qué señala este movimiento? Que en cada Eucaristía deberíamos sentirnos tan implicados, que todos pudiéramos aprender a decir: tomad y comed, pues la vida cristiana solo tiene sentido si se hace don, si se pone a disposición de los demás. Y precisamente, esto es lo que Jesús espera, como subraya Juan en el Evangelio de hoy, al narrar el lavatorio de los pies: Me llamáis maestro y señor, y decid bien porque lo soy, pues si yo, vuestro Maestro y Señor os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies los unos a los otros.
Y las palabras de la institución prosiguen: “Lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros”. Jesús entrega su cuerpo para la salvación de todos, porque nadie, a menos que lo rechace libremente, es excluido del poder salvador de la sangre de Cristo.
Hoy, Jesús se adelanta y entrega su vida. Mañana, Viernes Santo, se la quitarán en el calvario. “Haced esto en conmemoración mía”. Por lo que cuantos participamos de la celebración eucarística abiertos a su amor, nos convertimos en receptores de este misterio de salvación. Misterio en el que Cristo nos invita a exclamar con la confianza de los hijos: Abba, Padre. Misterio que nos llama a sentirnos salvados y nos compromete en el camino de la santidad. Misterio que quien lo vive está convocado a anunciar a los demás el amor de Dios.
Y por eso, Jesús nos da el mandato: Haced esto en conmemoración mía. Y sus palabras se nos convierten en «memorial», es decir, no sólo en un recuerdo, sino en un recuerdo vivo y real de su entrega y amor salvador. La Eucaristía no sólo recuerda, sino que hace presente el amor de Jesucristo hasta el extremo.
Por lo que participar de la Eucaristía es una invitación a desarrollar una espiritualidad de la memoria.En un tiempo en que los cambios culturales y sociales oscurecen el sentido de la tradición y exponen, especialmente a las nuevas generaciones al riesgo de perder la relación con las propias raíces, el cristiano está llamado a ser la persona del recuerdo fiel de Cristo y de su misterio.
“Éste es el Misterio de la fe”, proclama el sacerdote al concluir la consagración. Y con esta exclamación manifiesta el estupor que siente ante el prodigio que ha tenido lugar ante la asamblea. Un prodigio que sólo los ojos de la fe pueden percibir. Un prodigio en el que se hace verdadera, real y sustancialmente presente, Cristo, muerto y resucitado.
Y el pueblo responde: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!”.Por ello, la Eucaristía celebrada y vivida nos hace crecer en la esperanza y el amor, y es fuente de gozo que edifica la Iglesia. “Sin la Eucaristía no podemos vivir”, decían los primeros cristianos. Y precisamente por esa fe fueron condenados. El amor incondicional a la eucaristía les llevó a ser testigos, mártires del amor de Dios en Cristo Jesús, hecho eucaristía. Gracias, Señor, por tan ingente regalo. Haznos dignos de él.
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· Qué es el coronavirus: Virus que circulan entre animales, pero que algunos pueden afectar a los humanos, el nuevo se identificó en China a finales de 2019.
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