He vuelto a entrar en un comercio justo el día que se cumplía los dos meses de confinamiento. Una aparente tranquilidad se ha instalado, tras las señalizaciones y geles, que enturbia la amabilidad de quien anda detrás del mostrador. No buscaba un artículo de primera necesidad, con toda seguridad es prescindible lo que he adquirido, tampoco he de admitir que la razón de mi compra fuera pensando en la precaria economía que puede estar rondando al establecimiento.
La razón principal era experimentar cómo podría sentirme cuando comenzara a recuperar, pequeñas cosas, que me hacen feliz. No he conseguido mi propósito. Comprar una menudencia, con cita previa, mirando a distancia los articulos, tratando de añadir sensación placentera cuando la precaución se ha convertido en una coraza de la que no me puedo desprender, sintiendo sobre mí los ojos escudriñadores de quien desea hacer caja que al menos supla los gastos de tener las puertas entreabiertas y, sobre todo, con el agobio que produce ver que hay clientes en la puerta esperando que me decida de una vez por todas, no me ha ayudado a conseguir mi propósito.
La vida se me ha desmontado. Se me ha caído de golpe. Muchos años tejiendo mi propia historia, vivencias, experiencias, que se fueron asentando una sobre otras y comodidades, bastantes más, de las que hubiesen sido necesarias para tener una buena vida.
No sé si me queda horizonte para cambiar mis gustos, me niego a hablar de catastrofismo, pero al salir de la tienda es cuando realmente me he dado cuenta del cambio tan enorme, del gran reto que nos espera a cada uno de nosotros para trabajar en el diseño de una nueva sociedad. Y quizá, las exigencias sean lo primero que se queden aparcadas.
Cambiaré de la fase 0 a la 1 y más tarde a la 2 y a la 3, pero en cada una de ellas se irá quedando muchas cosas, importantes o innecesarias, que no volverán, al menos en un tiempo considerable, a tener nada que ver conmigo. Percibo menos agarres, la sociedad, que yo creí, idílica y segura, se está desmontando con mucha mas rapidez que mi vida.