lunes 25 noviembre 2024
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Domingo XXV del Tiempo Ordinario: La bondad de Dios en el coronavirus

En este domingo Jesús explica la parábola del dueño de la viña que en el tiempo de vendimia alquila a los jornaleros que necesita para darnos cuenta del valor de la generosidad. Según los exégetas posiblemente esta parábola nació de las críticas que Jesús recibía de los fariseos y de otros grupos judíos porque comía con pecadores y gente impura.

 

La parábola no solo muestra la generosidad humana sino sobre todo la magnanimidad de Dios que actúa por encima de cualquier justicia humana. Su contendido se sintetiza en estos tres puntos muy actualizados:Dios no trata a los seres humanos según la lógica de la productividad del trabajo, sino que busca siempre el bien de los últimos y de los menos privilegiados.La lógica de la bondad de Dios no es la ilógica de los gestores de la economía y la política.

La realidad de la pandemia del coronavirus nos está haciendo ver que la solución de los problemas que hoy afectan a tantas y tantas personas no vendrá solamente de la mano de los economistas o los políticos, sino del cambio de mentalidad de las personas y de la recuperación del sentido humanitario. Debemos imitar la gratuidad de Dios reflejada en la parábola. Recordemos que los criterios de la economía suelen ser criterios de codicia, mientras que los criterios de Dios son criterios de compasión y de bondad hacia los más débiles y necesitados.

Y es precisamente lo que muestra esta parábola cuyo contenido es tan revolucionario que todavía hoy no nos atrevemos a asumirlo. Y, sin embargo, el mensaje de Jesús es claro: lo mismo que “el Señor de la viña” da a todos los obreros su “denario”, lo merezcan o no, sencillamente porque su corazón es grande, así, Dios no hará injusticia a nadie, pero puede ofrecer su salvación incluso a los que, según nuestros cálculos, no se la han ganado.Una lectura detenida de la parábola  nos lleva hoy a hacernos varias preguntas: ¿Qué está sugiriendo  Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios más que estar midiendo los méritos de las personas, como haríamos nosotros, busca siempre responder desde su bondad insondable nuestra necesidad radical de salvación?

La respuesta a estas interrogaciones en medio de la crisis humana, social, económica, política y religiosa en la que estamos insertos por la pandemia, nos lleva creer en un Dios amigo incondicional que es la  experiencia liberadora con una gran fuerza para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona. Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero. Ante el Dios bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza. 

En medio de esta pandemia en donde el miedo al contagio va inundando nuestros corazones, esta parábola es un reto a levantar los ojos a Dios, a vencer nuestro miedo con fe y esperanza. Recordemos que Dios es bueno con todos, lo merezcan  o no, sean creyentes o sean ateos. Su bondad misteriosa desborda todos nuestros cálculos y está más allá de la fe de los creyentes y del ateísmo de los incrédulos. Ante Dios, lo único que cabe es el gozo agradecido y confianza absoluta en su bondad.

 

 
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