Realmente ese hombre que tiene acceso a una sanidad que el resto de su país no tiene, de hecho debe ser el único paciente del mundo que obtenga los tres medicamentos que se le están suministrando, comenta la periodista de la CNN HollyYan, entre otras cosas porque no están al alcance de los mortales especialmente porque económicamente no se puede y luego tendrían que estar a la venta en las farmacias de a pie.
Este hombre arrogante que va y viene en helicóptero privado, que maneja a su antojo la salud y la enfermedad que es despótico por naturaleza, que necesita ganar las elecciones, que quiere demostrarle al mundo que es todopoderoso, que gobierna por encima del bien y del mal, ese hombre es Donal Trump. ¿Teoría de la conspiración? No sé, creo que ha encontrado la manera de salir airoso de un debate político más bien malo y que quería correr una inmensa cortina de humo que tapara su necedad y realzara su heroísmo, por supuesto sin pensar ni por un momento en Estados Unidos como pueblo. Él es el bueno, está en el bando correcto y los otros incluido el coronavirus que vino de China, están en el malo.
¡Ay las cortinas de humo! Cada vez que suceden cosas así y sin tener que irme a Estados Unidos, porque aquí también las tenemos, recuerdo lo que para mí supuso esta magnífica y ácida comedia–drama, La cortina de humo. Entretenida y brillante con unos magníficos Niro y Hoffman con espléndido guión de David Mamet.
Entresijos del poder rebozados en inteligentes opciones que campan a sus anchas por la imaginación vertiginosa de sus ocupantes. Si miramos la historia, veremos que hay muchos tipos de estas cortinas de humo, unas más inteligentes que otras, pero todas se levantan para tapar hechos varios cometidos por gente poderosa: acoso, fraudes, tiranía política, guerras…Y todos te dirán que lo que ellos defienden es la verdad verdadera. En fin todo depende de cómo nos vendan la moto, como nos lo cuenten, es decir cómo se construya la story tellinng.